Luis Fernando Suárez se ha visto contradictorio en sus decisiones y discurso. Culparlo es difícil, porque hay que estar en sus zapatos para entender la realidad que vive de cara a la eliminatoria.
La intensidad se la pueden dar los jóvenes, pero se dio cuenta que algunos no saben culminar las jugadas, no manejan tácticamente el juego y les gana la ansiedad. No hay tiempo para trabajarlos. Por eso dejó afuera a Diaz, había dado de baja a Martínez y lo mismo habría pasado con Fuller, si no es por la lesión de Gamboa.
Prefiere jugársela con inexpertos como Bennett y Vargas, porque al desequilibrio y atrevimiento le suman picardía y toma de decisiones más acertadas. Por otro lado, opta por Jimmy Marín, a quien solo dio dos minutos en Copa Oro y no convocó ante el Salvador, porque si bien no tiene la explosión y velocidad de otros, conjunta talento y gol.
Al final, apela a la inteligencia táctica y al buen tino en el manejo de la pelota, así como del tiempo y el espacio en cada jugada de ataque o defensa. Entiende que con la pericia de los veteranos no alcanza y que gana poco rodeándolos de jugadores con mucho pulmón, pero poco afortunados a la hora de culminar sus intervenciones.
De allí que ahora matiza el tema de la intensidad. En pocas palabras, no es correr por correr. Marín, Leal, Lassiter, no le aseguran grandes contribuciones en defensa, pero tienen buen criterio con la pelota y aunque no son velocistas, saben ocupar los espacios, son técnicos y tienen una lectura aceptable de lo que ocurre a su alrededor.
De la nota que ellos den va a depender mucho el éxito de esta primera travesía eliminatoria hacia Catar. En lugar de una intensidad que no existe, apelará al orden táctico, al equilibrio, a un equipo que sepa qué hacer con el esférico y no estar disperso cuando sea atacado.
Un poco lo que vimos frente a El Salvador. Nada espectacular. Pero intentando que el portero nuestro no se convierta en el héroe y el del rival en espectador.
No puede convocar a los Azofeifa, Bolaños o Barrantes, pese a ser todos ideólogos del buen futbol, porque también sabe que alrededor de Bryan y Celso requiere una mixtura entre obreros y capataces, con edad y piernas suficientes para que los años de los dos capitanes no se hagan sentir en demasía.
En esa encrucijada, tendrá que diseñar planes de juego acertados y esperar, o tal vez mejor rezar, para que sus elegidos encuentren esa sintonía que rara vez aparece en tan poco tiempo.