Tenemos una dirigencia del fútbol “políticamente correcta”. No le gusta afrontar las consecuencias de sus actos. ¿Hipócritamente correcta?. El resultado del último mundial no fue negativo, al decir del presidente de la Fedefutbol, pero el técnico Ramírez no es renovado. ¿Entonces? Verbo y sustantivo en contradicción.
En medio del temblor de Rusia 2018, y tras la decisión de prescindir del “técnico que no fracasó”, seguía la tarea de acallar a aquellos que apuntaban hacia el Proyecto Gol, al tiempo que la huella de Jorge Luis Pinto emergía en el colectivo de los aficionados. ¡Que torta si el colombiano quiere postularse!
La mejor forma de no tener que asumir la responsabilidad de decirle no al colombiano que nos puso en el cielo futbolístico, era hacer las de Poncio Pilatos. Se creó una comisión técnica, con una cabeza muy respetable, para que fueran otros, y no los dirigentes del Comité de Ejecutivo, los encargados de poner el uniforme al nuevo seleccionador. “Así no nos pueden “echar los muertos” si termina mal la cosa”. “Así no pueden decir que fui yo quien no quiso a Pinto” “Así no tenemos bronca con Bryan y los que no lo quieren”.
Erick Lonnis dejó el barco y todo se complicó para el Ejecutivo. Eso tal vez, no lo sé, facilitó la puesta en escena de un capítulo lastimoso para el futbol y para la credibilidad de la misma Comisión Técnica: Los famosos requisitos que, con premeditación, descartaban a Jorge Luis Pinto.
Tampoco conozco si la FEDEFUTBOL los impuso o si fueron cosecha de la Comisión. Lo primero es reprochable, aunque uno pueda entender que las fricciones del pasado provoquen insensatez. Lo más grave es que haya sido el comité de “notables” al que se le ocurrió tal artilugio, sabiendo de antemano que con eso ponían una X al expediente de Pinto.
Una Comisión Técnica, donde hay tres miembros que nunca entrenaron a nadie y dos cuyas fotos ejerciendo esa profesión están en blanco y negro, se auto considera capaz de elegir a los más aptos para ser entrenadores de la Selección. Digamos que si pueden. Pero lo inaudito es que “teniendo rabo que les majen” —uno de ellos ni futbolista fue— valoren negativamente que un entrenador exitoso no es el idóneo sino jugó futbol.
Alguien, y espero que por ligereza y no por ocultar una mano negra, metió otros requisitos con destino específico: Caerle bien a la prensa, no tener roces con los futbolistas, y cosas secundarias, pero cuyo puntaje vale tanto como el éxito, los campeonatos o un octavo lugar en el Mundo. Las matemáticas no mienten: 100 puntos entre 18 requisitos, le da 5.5 de puntuación a cada uno de ellos.
No haber sido futbolista le quitaba 5 unidades al candidato. O sea, tanto vale ese pusilánime requisito como haber sido el técnico del octavo lugar en Brasil 2014, un Ítem que debería tener un puntaje tan grande como la proeza de aquel Mundial. ¡ Mejor le hubieran dicho la verdad!