Opinión: El escándalo que a nadie importa

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Si usted tuviera una empresa y sus administradores pagan por servicios no recibidos de ningún proveedor o le cancelan más de lo debido, ¿qué haría? Y si encima hay presunción de que esos pagos son dineros que los mismos empleados se han echado a la bolsa, ¿se haría usted el tonto?

Aunque parezca increíble, eso ha ocurrido en el fútbol de Costa Rica. La justicia de Estados Unidos encarceló a Eduardo Li y unas 40 personas más vinculadas con sobornos y otros delitos, pero acá no pasó, no pasa ni pasará nada.

La Nación, en un esfuerzo por buscar donde otros debieron hacerlo, ha encontrado cosas que no eran difíciles de sospechar: Que no solo los dineros confesados por Eduardo Li forman parte de esta piñata en que se convirtió la Fedefútbol en una época de festín.

La FIFA ordenó una auditoría cuyo contenido pactó con la firma auditora como top secret, bajo pena de sancionar a quien la revelara con $50.000 de multa. ¡Flaco favor a la transparencia! Si en ella es evidente que hubo malos manejos de los dineros del Mundial Sub-17 femenino del 2014, entonces, ¿para qué la realizó si nadie ha hecho nada al respecto?

Quedó en evidencia que a una empresa panameña, utilizada por Jeffry Webb para recibir sobornos, fueron a parar $172.000 por compra de uniformes y bolas que nunca se recibieron. Que otros $7.000 se cancelaron a una compañía mexicana por unas butacas que tampoco llegaron. Que a un rent a car tico se le pagaron $38.000 por vehículos de lujo y chofer bilingüe que, aparentemente, no dio el servicio o si lo dio no estuvo relacionado con el Mundial.

El dueño de esta empresa que arrienda vehículos es un exsocio de Eduardo Li y en cuya cuenta de una empresa suya cayó la plata de un soborno pagado por Traffic al expresidente del fútbol.

Don Orlando Guerrero, para terminar de “embarrar” el asunto, dice que el servicio sí lo dio y que no le pagaron, pese a que hay un cheque con un conveniente “recibido” en el que consta un “garabato” y ningún número de cédula.

Varios de los otros proveedores fueron adjudicados a dedo y se les pagaron millones más de lo que decía el contrato, en algún caso aun en contra de una recomendación legal de no adjudicar.

Los auditores se quejaron de no haber tenido acceso a todas las cuentas, que hubo pagos sin explicación, sin facturas, sin órdenes de compra, etc, etc.

En medio de todo esto, un exproveedor del Mundial mencionado y de la Federación en la venta de comidas durante los partidos de la Sele, pidió a la auditoría que se investigara el destino de unas “ayudas” que dio en efectivo al presidente Rodolfo Villalobos para capacitación de árbitros. El jerarca lo querelló, pero lo grave es que la fiscalía de la Federación haya concluido que no había nada que investigar, apenas unas horas después de entrevistar al denunciante, quien pidió que consultaran a varias personas, pero los fiscales no lo consideraron necesario.

Fello Vargas, el exsecretario, parece ser el único damnificado local. La Fedefútbol dice que lo destituyó por pérdida de confianza, y él asegura que fue un acuerdo mutuo. Lo cierto es que se fue con todas sus prestaciones laborales.

De seguro alguien se embolsó los dineros pagados por servicios fantasmas, alguien cambió el cheque del rent a car y hay un nombre detrás de la persona que recibió $50.000 por un pago del que la auditoria no pudo identificar su destinatario. ¿Le importa a alguien? Shhhhh… Que estoy viendo el Mundial.