Una empresa que ha pecado de corrupta, como La FIFA, es tan poderosa que puede torcerle el brazo a cualquier poder de cualquier país del mundo. Lo acaba de hacer con Guatemala, castigada desde el 2016 y rehabilitada el 31 de mayo anterior.
Como en muchos países, los actos de corrupción denunciados por la justicia de Estados Unidos, no por la FIFA, hicieron que ésta nombrara un Comité de Normalización, para realizar cambios en los procedimientos y estatutos de la FEDEFUT.
Pero en octubre del 2016, un grupo de dirigentes guatemaltecos hizo una asamblea y, amparado en la Ley del deporte del país, convocó a elecciones y nombró un nuevo comité ejecutivo. Brincó la FIFA y castigó a la Federación, impidiéndole al seleccionado chapín participar en cualquier torneo.
“Las leyes de Guatemala nos dan el derecho de organizar nuestras propias elecciones”, alegaron los directivos en oposición a la FIFA. Todas las asociaciones y federaciones chapinas utilizan la Ley del Deporte para nombrar y cambiar a sus dirigentes. Todas, menos el futbol.
¿Quién le dio tanto poder a doña FIFA? Nadie. No hay un Tratado, un Pacto o una Ley Superior que explique esto: Una entidad privada puede más que todo el arsenal de leyes de una nación. Algo así como los Diez mandamientos de Moisés, dictados desde el cielo y de acatamiento obligatorio.
¿Y si no le gusta? Pues entonces bájese del barco y haga su propio Mundial. De bolinchas, seguramente. Unos señores que viajan en primera clase todo el año, ganan viáticos y salarios millonarios, se alojan en lujosos hoteles y cenan a cuerpo de rey, a costa de quienes gustamos del futbol, imponen sus reglas sin derecho a chistar.
Los señores de Zurich no quedaron satisfechos con la propuesta de renuncia de los “usurpadores del poder”. Para evitar que ocurra en el futuro, FIFA puso como requisito que el Congreso del país reformara la Ley del Deporte, a fin de que la legalidad de los nuevos estatutos quedara garantizada.
Los diputados hicieron caso y en marzo anterior excluyeron al futbol como único deporte no tutelado por el Estado. Ahora sí, la incólume señora del futbol pidió la cabeza de los insurrectos y, una vez decapitados, la reintegró en sus derechos como afiliada.
La soberanía de un país se va a un carajo porque Infantino baje el pulgar. Los gobiernos pueden y deben auxiliar al futbol, en la tesis de FIFA. Pero no involucrarse para poner orden, pedir cuentas u organizar el juego. ¡Jamás!. Para eso está la mama sapiente y correcta que vela, desde Suiza, con un ojo abierto y la lanza en ristre, para que nada ni nadie ensucie su impecable negocio.