Costa Rica hizo un juego intenso y peló con el rival por cada centímetro, en un choque sumamente cerrado y de muy pocas posibilidades para ambos. La gran diferencia fue la efectividad de Estados Unidos, en comparación con la de la Nacional.
Los norteamericanos generaron tres ocasiones claras y concretaron dos, mientras que la Tricolor contó con dos alternativas y pecó en definición, aspecto que se paga sumamente caro al más alto nivel y cuando se disputa un pase a una siguiente ronda en un certamen corto.
Hay aspectos a destacar en este compromiso, como el movimiento que realizó Óscar Ramírez al colocar a Bryan Ruiz como un volante mixto y ubicar a David Guzmán por un costado. La modificación le permitió a la Sele tener más posesión, encontrar a Bryan y que él se encargara de dar salida, generar alternativas y ganar la lucha en la mitad.
No obstante, se pagaron muy caros los detalles ante unos estadounidenses que supieron ser pacientes, encontraron un pequeño espacio y golpearon.
Ya con el marcador en contra y con el reacomodo Costa Rica perdió eficiencia, se desorganizó y los relevos para los jugadores agotados terminaron perjudicando.
En el balance general de la Copa Oro se puede decir que se dieron buenos juegos, se buscaron algunas variantes y el llegar a semifinales terminó siendo positivo.
No obstante, considero que era un torneo para llevar un grupo más joven, valorar posibilidades y combinar a los menos experimentados con algunos de más rodaje. Todo esto con el objetivo de contar con recambios en la eliminatoria. Siento que era mejor darle descanso a la base, que pudieran hacer la pretemporada y tener un nivel óptimo para los duelos de septiembre.