La cobarde cobardía de McDonald

Este artículo es exclusivo para suscriptores (3)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Ingrese a su cuenta para continuar disfrutando de nuestro contenido


Este artículo es exclusivo para suscriptores (2)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Este artículo es exclusivo para suscriptores (1)

Suscríbase para disfrutar de forma ilimitada de contenido exclusivo y confiable.

Subscribe

Costa Rica cayó en la Copa de Oro, al empatar 1-1 contra México. Nuestro mejor partido desde Brasil 2014. Sucumbimos 5-4 en penales porque a McDonald le dio miedo cobrar la sexta falta. Fuller lo sustituyó, y falló. Absurdamente, McDonald declaró que no se sentía preparado, y que por responsabilidad (¡cuán heroico!) le había cedido el penal a su colega. Como si tal pusilanimería fuese poco, aseguró que sí hubiera cobrado el sétimo penal… ¡apenas tres minutos más tarde! ¿Qué espectacular transfiguración iba a operarse en él, entre el sexto y el sétimo penal? ¿Necesitaba tiempo para tomar la Kryptonita?

Como si los costarricenses fuésemos idiotas, justificó su decisión como “un acto de responsabilidad: no quería perjudicar al equipo”. ¿Pretenderá por ventura que lo aplaudamos y añadamos su efigie al Monumento a la Patria? Alguien se refirió a su “cobarde responsabilidad”. No existe tal cosa: es una contradicción en los términos, una antinomia: por definición, la cobardía es irresponsable. La valentía no consiste en no sentir miedo (solo los tarados no experimentan miedo en situaciones de estrés) sino en vencer el miedo.

¿No se sentía preparado? ¡Todo futbolista, cualquiera que sea su posición en el equipo, en cualquier momento del partido, debe estar preparado para cobrar un penal! ¡Es una destreza que siempre tiene que estar bien calibrada y lubricada! Pretender hacer de la cobardía un “acto de responsabilidad” es insultar nuestra inteligencia.

---

La próxima vez que McDonald cobre un penal con la Sele, le recetaremos un tecito de tilo con una Tafil y una Clonazepán, la bendición de su cura párroco, un beso en la frente de su mamá, masaje de relajamiento, terapia de hipnosis (repetir 1000 veces “voy a meter el penal”), y haremos que el portero rival firme un affidavit prometiendo que dejará pasar el balón. Tal vez así nuestro delanterazo se atreva a cobrar la falta, ¡qué pecado: pobre criaturita!

---