Carta de un desentendido al señor Gustavo Matosas

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Espero se encuentre muy bien, don Gustavo, aunque entiendo no es fácil eso de quedarle bien a todos. A veces ni uno mismo se complace, como supongo es su caso, una vez confesado el deseo de un fútbol vertiginoso, desequilibrante, de atrevimientos en el último cuarto de cancha, que apenas asoma la nariz en la Sele, en una jugada por ahí y otra por allá.

Por más “satisfecho” que se haya confesado en conferencia de prensa —"muy satisfecho", creo que dijo— se le notaba incómodo, algo cortante, quizás fastidiado por los cuestionamientos o el desencanto general de quienes esperaban una goleada sobre Bermudas, en lugar de un 2 a 1 tan discreto en el marcador como desabrido en espectáculo.

Quería contarle, si de algo le sirve, que no tengo el más mínimo problema si el día de mañana nos dice: ‘nos falta esto’, ‘nos falta lo otro’, ‘aún no damos con la fórmula’, ‘me preocupa tal cosa o la otra’. A lo mejor sería un buen punto de encuentro entre un técnico que todo parece verlo bien y una afición que todo suele verlo mal (leáse “una prensa”, si prefiere, en lugar de “una afición”).

Lo entiendo. Créame que lo entiendo. Tampoco lo imagino disparándose en el pie, con frases contra el equipo, contra los veteranos que luchan por ser lo que eran, contra los jóvenes que luchan por ser lo que aún no son, contra el equipo que aspira a ser equipo, contra los goleadores ausentes, contra quien le vendió la idea de tener a mano materia prima de sobra. Eso, más que autocrítico, sería tonto. Y usted no tiene un pelo de tonto.

En el fondo, todos sabemos que no es fácil. Ya lo vivimos con la inolvidable selección del 2002, la del Aztecazo. ¿La recuerda? Con toda seguridad. Para esos tiempos usted se estaba retirándo del fútbol como jugador con el Querétaro mexicano. ¿Cierto? Pues esa inigualable selección llegó desgastada al 2006 y pagó facturas por el cambio generacional hacia el 2010.

Yo, aunque no espero para “ya” a la Sele de sus sueños, ni siquiera a la que usted describe ante la prensa, porque se requiere tiempo y la renovación no es parte de sus culpas sino de sus retos, sí debo confesarme como un “desentendido”, por no decir “ignorante”, según su definición del otro día.

No pude evitar un: “¿seré yo, maestro?”, cuando le escuché decir —más bien juzgar— que “si alguien subestimó a Bermudas, no entiende mucho de este juego”. Pues, entonces, yo no entiendo mucho. Lo admito sin hacerme el ofendido ante ese descrédito, innecesario, a quienes esperábamos algo diferente. Lo acepto con el genuino deseo de que, con el paso de los partidos, vayamos coincidiendo en criterios, porque yo también quiero esa Sele que usted imagina y busca.

Me cuesta entender por qué las estadísticas de la Sele (cada vez mejor en posesión de balón y en pases buenos) contrastan con el sinsabor que me dejó el partido. No entiendo mucho de este juego, pero sospecho que las combinaciones se dieron en la parte baja y no donde el vértigo pone al aficionado al borde del asiento. Está bien: por algo hay que empezar.

Es más, me gustaron los cambios de juego del otro día, esos dos o tres trazos largos de un lado a otro, de banda a banda, allá donde un desmarcado iba por la pelota en el último tercio de cancha.

Bienvenida la confianza a Elías Aguilar, alrededor de quien tejimos la falsa de idea de oportunidades desperidiciadas. Ciertamente, algunas veces no ha dado la talla, pero antes de Copa Oro todas las “oportunidades” recibidas con costos le alcanzaban para sumar el equivalente a cinco partidos completos.

Bienvenidas también las victorias, así contra Nicaragua, Bermudas o la Cochinchina. Ayudan a crecer, a tomar confianza, a lograr ritmo, a ver errores, ¡eso!, a ver errores.

¿Sabe? Del paso de Benito Floro por Costa Rica tengo pocos apuntes, pero me quedó grabada su filosofía de corregir en los triunfos más que en las derrotas, cuando el buen ánimo le permite al jugador asimilar mejor la crítica.

Bienvenida, entonces, una victoria este lunes ante Haití, que permita seguir corrigiendo, determinante además para trazar el camino que lleva al duelo con México en semifinales y no en los prematuros cuartos de final.

No puedo excluirme, sin embargo, de quienes subestimamos a Bermudas. ¿Es que si no es ante Bermudas, contra quién nos vamos a sentir los ticos en la obligación de ser superiores? Si no me fallan las estadísticas que tengo a mano, de 140 partidos disputados por la Sele ante equipos caribeños, solo ha perdido 13. Tan importante, entonces, es no subestimar al rival como exigirse una hegemonía por defender.

Un rival más calificado que el 174 del ránquin mundial de la FIFA, quizás habría canjeado mejor los balones perdidos por la Sele, cuando la presión provocó el error en salida.

Con todo respeto, don Gustavo, tal vez en medio de respetar al contricante y respetarse a sí mismo, haya lugar para la autocrítica. Pero bueno... tal vez yo no entiendo mucho de eso.

Igual, le deseo la mejor de las suertes.