El 16 de diciembre del 2015, un entrenamiento en bicicleta se convirtió en un antes y después en la vida del joven triatleta Javier Pérez.
Su último recuerdo de ese día es cuando prensaba los clips del zapato en los pedales, para empezar a descender desde el Cristo de Cot, en Cartago.
Su mamá, Luz Elena Arroyo, asegura que aunque no es nada verificado, lo que habría ocurrido es que un carro iba subiendo e invadió el carril contrario. Para evitar el choque frontal con el vehículo, Javier intentó orillarse, pero perdió el control, chocó con una piedra y “salió volando”.
"El impacto fue tan fuerte que el casco que tenía, me cuentan, quedó como una cáscara de huevo reventada", asegura Javier mientras hace un resumen del accidente.
Las primeras consecuencias fueron una fisura en el cráneo, fractura de la vértebra cervical a nivel de C3, lo que le impide tener movilidad del cuello hacia abajo y una siringomielia (líquido en la médula espinal).
De eso ya pasaron más de tres años, pero su lucha continúa. Por eso, el próximo sábado 23 de febrero habrá un fondo de atletismo en Lindora, para recaudar dinero que le ayude a este joven de 20 años y su familia a seguir cubriendo los gastos que implican su condición.
El oriundo de Cartago necesita medicamentos diarios y aunque la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS) cubre la mayoría, hay otros que no. A eso se une las visitas al médico paliativista y las terapias físicas, que no recibe desde hace año y medio (la Caja no las proporciona porque su lesión no se puede revertir).
Además, requiere una silla de ruedas que se adecue a sus necesidades y un automóvil donde lo puedan transportar, pues actualmente si quieren trasladarse en carro solo un taxi en específico tiene la capacidad para hacerlo, por espacio.
Las piedras en el camino han sido varias, tanto económicas como anímicas, pero la sonrisa no falta en el rostro de Javier.
Hace chistes, disfruta de la compañía, y aunque algunos recuerdos le ponen los ojos vidriosos, su actitud de valentía se impone.
“¿Para qué me voy a echar a morir? O ser un amargado, todo gruñón y todo grinch, que no quiera recibir gente. Realmente mi vida cambió (...) nada más es ver con optimismo las cosas”, responde cuando le consultó cómo ha logrado tener la tranquilidad que emana.
Javier estuvo mes y medio en el Hospital Max Peralta, en Cartago; los primeros 15 días en la Unidad de Cuidados Intensivos.
Durante ese tiempo él y su mamá aseguran que nunca lo cambiaron de posición, siempre estuvo boca arriba, lo que le provocó una úlcera en la parte del sacro.
Cuando le dieron la salida el problema se había agravado, tanto así que el hueso llegó a estar expuesto. Pasó en su casa una semana y después lo internaron en el Centro Nacional de Rehabilitación (Cenare).
“Ahí empezaron a tratar muy bien la úlcera, pero al estar tan cerca del recto se le contaminó y le entró una bacteria en el hueso”, explica su mamá, Luz Elena Arroyo.
También tenía una bacteria en las vías respiratorias y otra en el estómago. Permaneció tres meses y medio en un cuarto de aislamiento, en el Hospital Calderón Guardia.
Al inicio los pronósticos eran 100% negativos.
“A mí me decían: ‘Javier fallece en las próximas horas, no pasa de esta noche’. Decían que no era viable pasarlo a cuidados intensivos o dar tratamiento, porque no había nada que hacer, es gastar recursos en un paciente que en cualquier momento va a fallecer, así dice en el expediente”, menciona Arroyo.
Javier también sabía cuál era el pronóstico: “De mi parte les dije a los médicos que no practicaran ningún tipo de resucitación si entraba en paro, que no me hicieran nada, que me dejaran morir, porque sí había sido muy difícil la situación”.
Con la esperanza intacta, Arroyo contactó a la exministra de salud, María Luisa Ávila, quien al estudiar el caso le dijo que había posibilidad de salvar a su hijo.
"Ella nos mandó a un amigo suyo que trabaja en el Calderón, él tomó el caso de Javier y apostó por darle antibióticos, que eran los más fuertes que hay", recuerda.
El efecto fue positivo y evitaron retirarle el hueso del sacro, pues eso lo hubiera postrado en una cama, sin poder sentarse.
Javier resistió nueve operaciones desde el accidente hasta ahora. Actualmente vive en su casa, dependiendo las 24 horas del cuidado de su madre.
"Realmente al final todo salió muy bien de la mano de mi hermano, de mi mamá y de Dios, porque sin ellos no sé qué hubiese hecho. En el transcurso de esa situación tan difícil en el Calderón mi papá se fue y eso fue algo bastante duro", mencionó.
De la nostalgia pasa a la sonrisa cuando recuerda sus días en el deporte. Empezó siendo nadador de aguas abiertas, algo que delatan las medallas y trofeos en su cuarto, y después incursionó en triatlón.
Su sueño es vivir de nuevo esa pasión de alguna forma. Por eso se emocionó hasta las lágrimas cuando las triatletas Johanna Solano y Valeria Ávila le hablaron de la posibilidad.
“La idea es hacer el triatlón de Puntarenas en relevos, Johanna y yo y si alguien más quiere. En natación lo jalaríamos como en una balsa, en la bicicleta se agrega un carrito para él y en la carrera lo llevamos en silla de ruedas”, contó Ávila.
Zancadas por Javi
El entrenamiento de atletismo de este sábado 23 de febrero empezará a las 5:30 a. m. en Momentum Lindora.
Para participar, el único requisito es llevar una contribución económica voluntaria, idealmente en un sobre. Todo lo que se recaude será para Javier, incluso la donación será directa a la mamá, para no tener intermediarios, comentó la triatleta Mauren Solano, una de las organizadoras de la actividad.
Habrá un circuito de 5 kilómetros, se puede hacer solo una vuelta o hasta cinco.
“Si quieren llegar a caminar, también puede hacerlo, la idea es ayudar y contar la historia de Javi”, dijo Solano.
La atleta agregó que, de acuerdo con los equipos que han confirmado, esperan al menos 300 personas, más quienes lleguen de forma individual.
Habrá hidratación y rifas de patrocinadores.