Michael Núñez lo dejó claro desde los primeros minutos: “Yo hablo mucho”. Lo dijo con el tono de quien advierte, pero lejos de ser algo incómodo, es una agradable característica, porque sus palabras cuentan una lección de vida.
Su nombre no es conocido, y él tampoco pretende ganar fama, pero el fin de semana anterior se convirtió en el primer tico en ganar un Ultraman, competencia de triatlón que consiste en completar 515 kilómetros durante tres días (10 km de natación, 421 km de ciclismo y 84 km de atletismo).
El historial de costarricenses en esta dura prueba es corto, porque apenas en 2018 los atletas Paulo Feoli y Johana Ávila fueron los primeros en realizarla; meses después, Núñez se sumó a esa lista.
Su plan era volver a la línea de salida de un Ultraman en 2020, pero la pandemia alargó ese objetivo y no fue hasta este año que pudo completar y ganar la exigente carrera, en República Dominicana.
Todos los atletas tienen diferentes razones para “sumergirse” en el deporte y siempre, cuando surgen este tipo de competencias, surge la pregunta de qué los mueve hacia un reto tan demandante.
“En mi caso se lo juro que no es para figurar, ni para demostrar que soy bueno o mejor que alguien, lo hago como agradecimiento a Dios por la vida y para que la gente se dé cuenta que sí se puede, no importa la historia de tu vida, cuando comenzaste, cómo naciste, si tenés un sueño se puede trabajar y llegar a cumplir. Soy ejemplo de eso y es lo que quiero que la gente vea”, asegura Núñez.
Puede sonar cliché y discurso construido, pero su mayor verdad en esas palabras son las de ser un testimonio vivo.
Desde la isla caribeña, Núñez resumió los tres días de competencia, en los que hubo sufrimiento, ‘ataques’ de la mente intentado jugarle una mala pasada, aguaceros, temperaturas altas (extremas mejor dicho), ampollas y muchas otras vicisitudes.
El primer día incluía la natación y 140 km de ciclismo. Después hizo los 284 restantes y cerró el último día con la doble maratón. El nacional logró mantener la ventaja obtenida al inicio, pese a que en el atletismo lo superó un dominicano.
Al recordar esa alegría y hasta un poco la incredulidad por el triunfo, este ingeniero civil de 43 años dice que nunca estuvo diseñado para hacer deporte. Lo encontró como apoyo para ponerle punto y final a la etapa más dura de su vida.
Núñez nació con un problema en las rodillas, al tenerlas “completamente torcidas hacia adentro”, según recordó. Eso le impedía correr y realizar otras actividades de forma regular. Sus papás intentaron cambiar esa situación de diferentes formas, pero él afirma que fue solo un milagro el que lo logró.
Su infancia mejoró sustancialmente, pero en el colegio empezó a tomar malas decisiones y a los 16 años probó las drogas.
“Sé lo que es dormir en la calle, en un cartón, estar tirado en una esquina vomitando, mendigando dinero para consumir drogas y todo lo que lleva este mundo. Intenté suicidarme como tres veces durante el consumo”.
Después de varios años así, decidió, con la ayuda de sus padres, internarse en un centro de rehabilitación, pero recayó.
“Es que yo probé de todo lo que usted se imagine... fumar piedra, oler cemento, todo lo probé”, cuenta.
Fueron varias recaídas, pero finalmente, a los 23 años, hubo un punto y aparte, advertido también por sus progenitores, quienes lo pusieron a elegir entre su casa o la calle.
“Pero seguí fumando tabaco, porque necesitaba calmar mi ansiedad; duré fumando siete años, me llegué a fumar hasta dos paquetes de cigarros al día. Después de que un amigo se murió de un enfisema pulmonar dije: ‘No puede ser que me vaya a matar el cigarro’. Entre mis 29 y 30 años tomé la decisión de dejar de fumar y empecé a hacer ejercicio”.
Tampoco tenía muy claro por dónde empezar, y ante la necesidad de mantenerse ocupado, vio en la actividad física un aliado para la mente.
El tiempo le dio la razón. Empezó en un gimnasio, donde trotaba previo a la rutina, luego acompañó a su papá a nadar y “de repente”, como él mismo lo describe, hizo competencias de aguas abiertas, atletismo y conoció la bicicleta.
“Así hice mi primer triatlón hace unos 12 años y a partir de ahí he ido haciendo un poquito más. Hoy tengo 20 años de no consumir drogas y para mí cada competencia la hago como forma de agradecimiento a Dios, porque intenté no estar en este mundo muchas veces”.
Por eso, aunque ganar el Ultraman tiene un significado especial, al mismo tiempo Núñez lo ve como otro evento con el sello que tendrán todos en su vida: el de una historia de superación más allá del tiempo o la medalla.