La madre que no sabía nada de atletismo se convirtió en entrenadora por sus hijas y las clasifica a mundiales

Dixiana Mena se reparte entre las labores domésticas y los entrenamientos de Andrea y Noelia, dos jóvenes que dejan en alto el nombre de Costa Rica y el de Puriscal

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Mirar el llanto de su hija Andrea porque no podía saltar más largo y más alto, en unos Juegos Centroamericanos juveniles, le rompió el corazón a Dixiana Mena Torres, quien tomó la decisión de prepararse para ser entrenadora de atletismo y dejar de lado sus quehaceres cotidianos como ama de casa.

Aquella decisión no solo le cambió la vida a ella y a su hija Andrea; también lo haría con su otra hija, la menor, Noelia. Con ambas comparte la pasión por el deporte y gracias a su esfuerzo y dedicación en cada entrenamiento, las ha clasificado a mundiales de atletismo, tanto en categoría mayor como juvenil.

Y es que el atletismo es un asunto muy serio en la familia Vargas Mena, pues tanto Juan Manuel Vargas, esposo de doña Dixiana, como Alejandro, su otro hijo, están atentos a colaborar en casa para que las tres mujeres del hogar puedan seguir superándose y tengan la oportunidad de representar al país y ganar medallas entrenando en su nativo Puriscal.

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Andrea, quien es especialista en 110 vallas, poseedora del récord centroamericano en su prueba y este año mundialista bajo techo en Birmingham, Inglaterra, estaba predestinada a ser atleta, pues según su propia mamá, el día que se puso de pie salió corriendo; ni siquiera caminó, lo que presagiaba el potencial de la hija mayor.

La menor, Noelia, se enamoró de la marcha viendo las prácticas de la campeona centroamericana Karla Barquero y aunque de niña fue inestable en los entrenamientos, poco a poco fue superando metas, al punto de que en 2017 compitió en el Mundial de Atletismo Junior en Nairobi, Kenia, y este año será nuevamente mundialista en Tempere, Finlandia, en julio. El sábado anterior fue sétima en el Mundial de Marcha en Taicang, China.

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Tres veces por semana Dixiana Mena se levanta a las 2:30 de la madrugada para salir a entrenar con Noelia los fondos de la marcha, por las calles oscuras de Puriscal, junto a su hijo Alejandro. Posteriormente llega a las 6 a. m. y empieza a atender su hogar, antes de dirigirse a la pista del estadio Luis Ángel Calderón, donde realizará la sesión con Andrea, en los 110 metros vallas. Vuelve a casa y a eso de las 4 p. m. regresa a la pista de asfalto del estadio de la localidad, donde entrena con ambas.

Todo eso, siempre y cuando no tenga que conducir hasta el Estadio Nacional, desde Puriscal, para realizar la sesión de la tarde en la pista sintética y dos horas después emprender el retornar a casa donde debe planificar las prácticas del día siguiente, antes de acostarse a eso de las 10 p. m.

“No sabía nada de atletismo. Cuando ella (Andrea) empezó a asistir a los Centroamericanos, yo la acompañaba, pero una vez cuando ella era juvenil, a pesar de haber ganado cuatro medallas de oro, se puso a llorar porque quería ser mejor. Entonces le dije que iba a aprender para ayudarle, sin saber el reto que se venía por delante”, comentó Mena.

Doña Dixiana recuerda que el problema era que el entrenador no podía asistir siempre a los Juegos, por lo que la pequeña Andrea a veces se frustraba. Eso la hizo tomar la decisión de instruirse y con dinero de su propio bolsillo, gracias al esfuerzo de su familia, empezó a recibir cursos y capacitaciones en el exterior.

“Al segundo centroamericano que asistimos fui con un poquito más de preparación, hubo personas que me ayudaron, sobre todo en las pruebas de saltos. Cuando habían campeonatos me iba hasta una semana antes de la competencia con Andrea, para realizar campamentos, entrenar y recibir actualizaciones. Los dos primeros fueron en El Salvador y República Dominicana”, recordó Mena.

Fue todo un desafío para quien años atrás había dejado la universidad y sus estudios de informática para dedicarse a sus hijas y el hogar.

La madre cuenta que tras empezar a entrenar, el primer año fue el más complicado, fue de adaptación, pero es todo lo contrario y aunque esté enferma o se sienta mal, es la primera que está lista para ir a las prácticas.

“Me costó ser constante. Yo antes tenía excusas para todo, me llevó un año poder corregir esas situaciones, el ser constante, saber que llueve, truene, haga calor o frío se debe entrenar. Todo eso quedó atrás una vez que lo comprendí y ahora entrenar lo disfruto, me llena de vida y puedo compartir con mis hijas algo que nos gusta a todas”, acotó Mena.

Al estar más enfocada y tener mayor conocimiento decidió que Andrea debía dejar las pruebas de saltos y concentrarse en las vallas, modalidad que le ha dado grandes resultados y satisfacciones.

“Tenía que aprender mucho, sobre manejar la técnica y la velocidad, fuimos trabajando poco a poco con la ayuda de los videos, ajustando nuestros programas de entrenamiento en lo que es el ataque a las vallas, la frecuencia y pasar las vallas, mientras con Noelia, la técnica y la cadencia. No ha sido fácil, pero hemos ido mejorando y los resultados avalan nuestro trabajo”, recordó Mena.

La mamá puriscaleña afirma que parte de la progresión de sus hijas en sus respectivas disciplinas se da por el estudio y la utilización del video. Tanto ella como su hijo Alejandro graban los entrenamientos y las competencias para analizar qué están haciendo bien, qué deben mejorar y en qué están fallando, lo cual es una herramienta indispensable en su labor diaria.

“Soy entrenadora nivel 1 nacional, nunca he sacado otros títulos porque me he dedicado a entrenar a mis hijas, pero trato de actualizarme siempre. A veces la gente dice que a mí me ayudan, pero las planificaciones y los planes de entrenamiento los hago yo sola para mis hijas y el grupo de atletas que tengo en Puriscal y con los cuales ellas me ayudan ”, mencionó Mena.

La mamá de 47 años y más de 15 dedicada al atletismo no se puede sentir más orgullosa de sus hijas mundialistas; sin embargo, las aspiraciones van más allá y tiene metas muy grandes por delante.

“Cuando empecé nunca me imaginé que íbamos a llegar tan lejos. Somos una familia dedicada al deporte y con el trabajo y la planificación cumplimos la meta de verlas en un mundial de atletismo; sin embargo, yo me veo con ellas en unos Juegos Olímpicos. Ese es mi sueño y precisamente llevamos metas anuales por un camino que nos llevará a las justas del 2020 y 2024”, resaltó Mena.

Ese impulso de ver a sus hijas entre las mejores del mundo llevó a doña Dixiana a exigirles dar lo máximo, pero sin dejar de ser mamá.

“Para mí es más difícil ser madre que ser entrenadora. Tengo un reglamento y ellas lo tienen claro: en el de la entrenadora tienen horarios que cumplir. Después de la puerta de mi casa no hay mamá, hay una entrenadora que tiene un reglamento que deben respetar y que les va a exigir”, admitió Mena.

Aunque los días de la mamá entrenadora son bastante largos, a veces no le alcanza el tiempo para atender a su familia, por lo que trata de entrenar tres días, descansar uno y volver a las prácticas los siguientes tres, más cuando sus hijas están en temporada de competiciones.

“Normalmente los jueves es el día que me quedo haciendo de todo en mi hogar. Hago lo que tengo que hacer y muchas veces ni siquiera salgo al corredor de la casa. Trato de olvidarme del atletismo y si me queda tiempo después de hacer todo, me gusta escuchar música”, comentó Mena.

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