Laura Marín se inscribió en la Marathon Des Sables sin estar completamente segura de lo que le esperaba en el desierto de Sahara, en Marruecos.
Poco a poco, durante el entrenamiento, se fue dando cuenta de detalles importantes a tomar en cuenta para esta carrera de suficiencia de seis etapas en siete días, que culminó el pasado 13 de abril.
Por ejemplo, entrenar en la playa o llevar en su espalda hasta 10 kilos de peso. Pero eso eran apenas señales de lo difícil que podía ser la competencia.
En definitiva, fue hasta el momento de iniciar la travesía que dimensionó el reto. Las aventuras no empezaron en la primera etapa, sino desde antes.
Durante seis horas estuvo en uno de los 10 o 12 autobuses que trasladaron a los más de 800 competidores al campamento.
“Los buses no tenían baño, entonces ahí comenzó la odisea, porque fue un largo trayecto y uno debe seguir hidratándose y ahí la vejiga se va llenando. En un momento dijeron “pi pi” y todos buscando un lugar, para un hombre es fácil, pero las mujeres teníamos que buscar una ramita o algo”, comentó entre risas.
El camino era de muchas curvas y Marín empezó a sentirse mal, se mareó y el doctor le dio una pastilla para calmar las ganas de vomitar.
Después pararon para almorzar, pero no se trataba de un bufete o algo por el estilo. Les dieron una bolsita con agua, jugo de naranja, dos latas de atún, quesos y nueces y eso se lo comieron en el suelo.
Cuando llegaron al campamento conformaron los grupos de siete u ocho atletas que iban a vivir juntos durante los días de competencia en una jaima (tienda de campaña).
“Sables realmente me marcó, es vivir el día a día, vivir con lo que uno tenga y no esperar más”, expresó la segunda tica en completar esta ultramaratón.
En la tienda de campaña le tocó soportar noches muy frías, dormir en el suelo, en un terreno arenoso y con piedras pequeñas.
"La primera noche realmente me pegó mucho", asegura.
El baño estaba a unos 700 metros del campamento, por lo que si deseaba ir a mitad de la noche, debía soportar el viento y el frío.
Todo eso ya eran pruebas sin haber empezado la carrera.
El bulto de 10 kilos le ocasionó dolores en la espalda, que se mantuvieron durante la segunda largada. Entre ambos días el acumulado marcaba 64,7 km.
Después de cada etapa le tocaba cocinar su propia comida y racionalizarla para el resto de días.
Los hombros también sufrían molestias pero la buena noticia era que los pies estaban intactos, sin ampollas.
Tras la tercera etapa, de 37 kilómetros, el cansancio era evidente en muchos participantes.
Para Laura lo más difícil fue lidiar con noches de poco sueño, pero afirma que nunca titubeó para continuar.
El reto más importante llegó en el cuarto día, de 76,3 km.
"Realmente ahí uno ve variedad de terrenos, se sale de día y sigue caminando-corriendo cuando está oscureciendo, hubo tormentas de arena que te frenaban, incomodaba ver bien".
Ahí apareció un miedo de la nacional: quedarse sola y perderse.
Aunque por momentos sintió que las piernas no respondían, superó una montaña empinada, se acompañó de franceses y terminó.
Lo más difícil había pasado. En el día de descanso, vio varias personas retiradas, mientras ella se sentía más fuerte mentalmente.
Después de 42,4 km en la etapa cinco, sacó su pequeña bandera de Costa Rica en señal de victoria. La tarea estaba completada.
"Cuando pasé la meta no lo podía creer, estaba feliz, entera, lógicamente se siente el cansancio, no estás durmiendo bien, ni comiendo bien, no te bañás..."
El cierre era una etapa de 6 kilómetros, llamada de solidaridad. Es más que todo recreativa y la organización afirma que es para "unir los valores del esfuerzo".
“Me llevo demasiadas enseñanzas. Me siento plena, feliz, muy contenta de haber vivido esto, de haberme inscrito”, señaló.
Marín llegó en el puesto 299 entre 752 finalistas. Su tiempo acumulado fue de 37 horas, 14 minutos y 16 segundos. Fue la mujer 33 de la clasificación y 15 de su categoría por edad (40-49 años).