Ventimiglia, (DPA). Jose Mourinho atendió a la televisión con desgana, recostado sobre el asiento del autobús. Mientras sus jugadores celebraban en Siena el "scudetto" número 18, el segundo título del año tras la Copa, el portugués seguía en guerra contra todos.
Contra el volcán islandés y contra la UEFA por obligarle a hacer dos entrenamientos a puerta abierta antes de la final de la Liga de Campeones del sábado ante el Bayern Múnich.
Madrid es la meta final de un Inter de "leyenda", según el presidente Massimo Moratti, y de Mourinho, que emite gestos inequívocos de que ya no quiere a la "Bien Amada" azul y negra.
"A veces no me he sentido en casa, no he sentido que sea el ambiente para vivir y trabajar feliz", insistió el domingo sobre un "calcio" en el que se ha sentido encadenado y así lo retrató en un gesto que le valió una sanción.
El portugués maneja el lenguaje y los idiomas como pocos. Se ganó a los "tifosi" del Inter usando palabras del dialecto milanés en su presentación hace dos temporadas. El domingo atendió a la televisión española. En español, idioma que conoce y que se negó a usar en la reciente semifinal de la Liga de Campeones contra el Barcelona.
"Está lejísimos", aseguró sobre un acuerdo con el Real Madrid que todos dan por hecho. Sólo piensa en la final del sábado, la que le puede dar su segunda Champions.
Moratti aún desea con más fuerza un título que el Inter no consigue desde 1965. Pero también ansía la continuidad de "Mou".
"El 'scudetto' lleva la firma de Mourinho, un gran profesional, un entrenador ganador, un hombre maravilloso. Quisiera que se se quedara mucho tiempo, pero no sé si él tiene el mismo proyecto. Es insustituible, él elegirá a su sucesor", dijo Moratti, tan ligado al portugués como lo estuvo su padre Angelo con Helenio Herrera en los años '60. "Es un presidente fantástico", devuelve "Mou".
"Es el partido del año", dijo sobre la final del sábado Moratti, al que el quinto título doméstico seguido le sabe a rutina.
Como a Mourinho, que, como es habitual, desapareció de los festejos. No se le vio en el autobús descapotable que llevó al equipo a la plaza del Duomo de Milán para la fiesta popular.
"Un título contra todo y contra todos", aseguró marcial el capitán, el argentino Javier Zanetti, que dio una de las claves: un grupo unido en torno a un técnico que ha sabido crear enemigos externos, ya sean los árbitros, los medios o la Roma.
La otra es la habilidad del portugués como gestor de recursos humanos. "Ninguno creía que sin Ibrahimovic y con Eto'o y Milito el equipo sería tan competitivo", analizó Moratti.
Mourinho ha tejido un conjunto con "desechos" de otros. Vendió a Zlatan Ibrahimovic y en el cambio ganó a Samuel Eto'o, poco brillante, pero abnegado en el esfuerzo, casi siempre lejos del área.
Y con el dinero que además le dio el Barcelona financió las compras de Thiago Motta y Diego Milito (ambos del Genoa) y de Wesley Sneijder, despreciado en Madrid y faro del juego interista.
Milito anotó el tanto del triunfo en la final de la Copa contra la Roma y el de la victoria en Siena que dio el domingo el título. "El gol más bonito de mi vida", aseguró. Hasta el sábado quizás. "Espero haber conservado alguno para Madrid", dijo el ariete de 30 años, con prisas por ganar unos títulos que parecen llegarle tarde.
Mourinho además ha sacado el máximo partido a Esteban Cambiasso, olvidado por Diego Maradona para la selección argentina, y a Walter Samuel, que vuelve a ser el muro que se resquebrajó en Madrid. Incluso ha gestionado con mano izquierda el indomable talento de Mario Balotelli, titular en el decisivo partido del domingo.
"No sé cuál es el secreto de Mourinho", admite Sneijder.
Alegría contenida en Milán a la espera de la gran fiesta del sábado por la noche. "La final marcará la diferencia entre un año extraordinario y uno histórico", señaló Cambiasso.
"Sólo tenemos dos días para preparar la final", se quejó amargo tras derramar unas pocas lágrimas Mourinho, que por culpa de la ceniza volcánica planea adelantar el viaje a Madrid, su próximo destino.