Un jugador de liga menor de Alajuelense cuenta cómo es vivir en el Centro de Alto Rendimiento en Turrúcares

Ese semillero encierra historias parecidas de quienes sueñan con ser futbolistas; hay ilusiones, talento, pero también reglas muy marcadas como parte de esa formación integral

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Aquel niño que a los 11 años viajó solo desde Paso Canoas hasta la ciudad para comenzar su proceso de liga menor con Alajuelense no solo narró su inspiradora historia de determinación y cómo los obstáculos lo han hecho madurar muy rápido.

Lleva seis años en el semillero rojinegro y ha pasado por todas las categorías. Los últimos meses los jugó en la Liga de Ascenso con Mauricio Montero, ha entrenado algunas veces con el primer equipo y que el regreso del fútbol base jugará con el alto rendimiento contó cómo es vivir en el Centro de Alto Rendimiento (CAR) en Turrúcares.

“El día a día de nosotros aquí en residencia es levantarse temprano. Se desayuna a las 7 a. m., entrenamos, luego hay crioterapia (hielo), te dan suplementación y luego baja, se baña, se cambia, almuerza, se toma una siesta y luego se estudia y se pueden usar las canchas para hacer entrenamientos extra, es más que todo eso”, manifestó Bayron Mora.

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A él solo le falta Matemáticas para obtener el bachillerato y eso le da más espacios para hacer trabajos extra.

“Los mayores somos los que utilizamos la parte del gimnasio y yo aprovecho todo lo que pueda porque mi propósito es llevar el fútbol y el estudio de la mano. Como solo me queda una materia, lo llevo más despacio, pero sí me interesa tomar todos los cursos que nos dan porque sé que en algún momento me ayudarán”, relató el guardameta.

Esa es la rutina para todos quienes están en esa residencia, cultivando más ilusiones en la cancha.

“Yo lo puedo resumir como que el día a día aquí es convivir así, trabajo, descanso, alimentación, trabajo, descanso, alimentación y estudio. Eso es el día a día en el CAR”.

El director de liga menor de Alajuelense, Vidal Paloma, había explicado que en la residencia se encuentran unos 32 jovencitos, de diferentes edades y que de momento tienen más espacio, porque lo que eran los camerinos provisionales del primer equipo ahora los tienen ellos también.

“Ya estamos trabajando porque en junio tendremos la residencia nueva de 50 habitaciones dobles. Así que los chicos van a estar todavía más cómodos, con habitaciones nuevas, con baño casi individual o por parejas para cada uno de ellos, con sus camas, con todo más correctamente puesto, más modernizado”, destacó Paloma.

Según Mora, la convivencia entre ellos es bonita, porque todos quienes están ahí presentan una historia muy similar.

“Los mayores somos más maduros, los pequeños no tienen la misma mentalidad y uno conoce personas de todo lado, hace hermanos, porque comparte la misma historia, convive con personas que uno no conocía y se convierten en hermanos y el apoyo se ve y todo. Aquí he hecho amigos que considero hermanos, que saben mi parte personal que pocas veces expreso, hace amistades de verdad”, manifestó el guardameta de 17 años.

Para que todos estén en la misma sintonía, independientemente de la edad, hay lineamientos que deben respetar.

“Tenemos reglas, a las 10 p. m. se apaga la luz y nadie puede estar haciendo bulla. A las 6 a. m. o 7 a. m. se levanta todo el mundo, hay que mantener el orden, el aseo, no usar palabras groseras, no peleas, todas esas cosas. La verdad que se respeta mucho, aquí se convive bien en realidad”.

Cuenta que ahí ha conocido a muchachitos de diferentes partes del país.

“Hay uno que es de Isla Venado, que es uno con los que mejor me llevo porque la historia de nosotros es muy similar. Esta es una oportunidad grandísima, muchos han llegado y se han ido”.

Cuando brindó a La Nación su testimonio, dijo que en varias ocasiones él pensó en irse y renunciar a su sueño, porque veía a otros porteros con más estatura que él.

“Si yo veo que alguno está sufriendo esa parte me acerco, lo aconsejo, porque es algo que yo ya he vivido y para los que estamos aquí la oportunidad hay que aprovecharla al máximo y en el momento que les toque vivir fuera de aquí, viajar, pagar, es totalmente diferente. Yo lo pasé y pude salir adelante”, relató.

Además, dijo: “Aquí en el CAR estoy en lugar tranquilo, en el que se me acomoda todo. Si los que se han ido les tocara vivir lo que yo pasé, aprovecharían más esto, por ejemplo a los que se han ido, le darían más importancia a una residencia, porque estás a 100 metros de las canchas, del comedor y no tenés que preocuparte por nada más que esforzarte mucho y si vos querés ser exitoso a veces hay que hacer sacrificios y así es como se empieza”.

Muchas veces, eso es tema de conversación entre los muchachos de la residencia.

“Unos llegan y se van. Otros se mantienen porque tienen un objetivo claro. Esto es de aprovechar las oportunidades, porque no en todos los clubes hay una residencia, no en todos los clubes tenés canchas híbridas para entrenar. No en todos los clubes tenés un gimnasio de primer mundo, la alimentación, dietas, tantas cosas que es cuestión de aprovechar las oportunidades”.

En estos días siente que hay más ganas aún, porque la mayoría de cachorros se habían tenido que regresar a sus casas por la pandemia.

“Cuando llegué en enero, ver las caras de los muchachos de 15 años y de 17, el entusiasmo con el que vienen a entrenar, ver que hay cosas nuevas como el gimnasio, el edificio, las canchas, saber que vamos a jugar un campeonato, que estamos en las mejores canchas del país, todo el mundo está muy motivado la verdad”.

Relató que actualmente hay muchas restricciones por la covid-19, pero que todos están ansiosos por volver a la normalidad.

“En el momento en el que esto pase, la convivencia con los del primer equipo será muy buena, porque algún muchacho de 15 o 13 años que quiera preguntarle algo a Bryan Ruiz o hablar con los grandes, la emoción que tienen de aprender, de saber cómo es la vida de ellos, entrenar y utilizar lo mismo que el primer equipo es muy motivante en realidad”.