Una máxima de los futbolistas reza que lo que ocurre en la cancha, queda en la cancha. Que una vez terminado un partido, todo vuelve a la normalidad, de modo que las secuelas tras la danza de los insultos, pellizcos y patadas que suelen presentarse en el fútbol de la Primera División, apenas se produce el pitazo final ya no cuentan, según los principios de ese código tan particular.
Ciertamente, el fútbol es de contacto. En la ardua y extenuante disputa por la pelota se suscitan acaloradas discusiones, se desata la pasión y a veces la sangre se aproxima al río. Esto es comprensible. Pero, como lo confesó un jugador, si la lengua se desconecta del cerebro y la rudeza se convierte en brutalidad, aflora en la gramilla la “dinámica” de un juego chusco y rudimentario, al amparo de los principios inviolables del bendito código.
En general, nuestro balompié profesional carece de cultura deportiva y de disciplina táctica. Fíjense en los instantes previos a la ejecución de un tiro de esquina. Mientras el lanzador coloca el balón en el vértice, los demás se agarran, se abrazan, gritan, gesticulan, levantan las manos y transmutan en mocosos delirantes ante el garrotazo rompedor de la piñata. El árbitro les llama la atención y ordena la continuación. Luego, lleva su mano a la cartuchera, les advierte otra vez. Y va de nuevo...
“Esto es fútbol”, declaran los jugadores cuando se les consulta acerca de esas reyertas que arruinan el espectáculo. Esencialmente, el espíritu deportivo debería inducir la energía de los protagonistas a luchar brava y lealmente por la victoria; eso sí, con estricto apego al reglamento.
La mejor manera de “sacarse el clavo” por los exabruptos de un rival es llenándolo de goles, con un túnel bien jalado, con la jugada de la perrita. Pero de ahí a poner en riesgo su integridad, hay una considerable distancia.
Si lo que ocurre en la cancha, queda en la cancha, que se cuiden los futbolistas de no abrir heridas, físicas o morales; de no recurrir al alevoso escupitajo ni de vomitar frases que, una vez dichas, son difíciles de borrar.