Buenos Aires
El 5 de setiembre, un amigo colombo–español nos contaba, eufórico, que estaba yendo al Sun Life Stadium de Miami a ver Colombia–Brasil. “Faltan tres horas y están todas las vías atestadas. La cola de vehículos en algunas rutas llega hasta 15 millas. Se esperan cerca de 70.000 espectadores, y más de 40.000 colombianos, hay un entusiasmo tremendo por el fútbol aquí”, refería Luciano.
Al rato, otro mensaje: “A una milla del estadio, el tránsito colapsó, tuvimos que bajarnos del bus y seguir caminando, sino no llegábamos; la gente deja los carros a la orilla y camina. Entro al estadio, las luces apagadas y suena el himno colombiano, impresionante...”
Veinte años atrás, el relato no nos hubiese parecido especial. Los millones de latinoamericanos residentes en Estados Unidos estaban ávidos siempre por ver a sus selecciones patrias alguna vez por año, o cada dos. Siempre se habló del mercado latino como el solitario caballo que tiraba del carro futbolero norteamericano, frente al desinterés, casi al desprecio de los estadounidenses.
Pero el 2 de agosto último, los medios publicaron una imagen impactante, la del Michigan Stadium rebalsado con una muchedumbre jamás vista para un encuentro de fútbol en el país de Lincoln. Habían jugado un amistoso Manchester United 3 – Real Madrid 1. Pagaron entrada 109.318 personas. Récord absoluto.
Durante el reciente Mundial, los juegos de Estados Unidos marcaron cifras extraordinarias de audiencia televisiva. Casi 26 millones de personas siguieron las acciones de EE.UU. 2 – Portugal 2. Superior a las concitadas por las finales de la NBA de este año y de la Serie Mundial de béisbol de 2013. Incluso hubo millones para ver encuentros en los que no participaba Estados Unidos, lo que revela un gusto por el fútbol.
Palpable. Hay un fenómeno palpable: la popularización del fútbol en el país número uno del mundo. Acelerada, por cierto. Una gran noticia para nuestro deporte. Como los intelectuales y la literatura, Estados Unidos ha vivido de espaldas al juego de la pelota durante un siglo. Ahora está tomándole el gustito... Por ello los grandes clubes europeos van de pretemporada allá y por eso la mayoría de los amistosos de nuestras selecciones se disputan ahí. Es un negocio fabuloso. Luciano pagó 150 dolares para ver Brasil 1 – Colombia 0. “Y no era de las mejores ubicaciones, hay más caras. Las económicas estaban a 70, allá arriba, donde el viento se devuelve. Solo en taquilla calculo unos 11 millones de dólares”, dice. “Y eso sin contar los derechos de TV y las publicidades. Mira, el estadio tiene, a mitad de su altura, una banda a todo su alrededor, en emisión electrónica, una publicidad fantástica, cambiante, empresas en su mayoría de élite, Bank of America, Shell, Lufthansa, ese nivel... Un señor experto en el manejo de esa publicidad, transmitida a EE.UU., Colombia y Brasil (muchas empresas brasileñas haciendo publicidad), decía que cada aviso paga, minimo, 500 mil dólares. Imagina...”
Sí, también imaginamos la sonrisa del organizador de Manchester United–Real Madrid, con entradas más caras, publicidades, venta de camisetas y souvenirs, parqueo y expendio de comida y bebida para 110.000. Y derechos televisivos para el mundo, porque ese choque interesa en todas partes. ¿Cuánto sería la facturación total...? ¿cincuenta millones de dólares...? ¡Por un partido...!
Un excelente artículo del Departamento de Estado norteamericano, intenta explicar el por qué esa nación se resistió durante tanto tiempo a este fenómeno mundial que es la pelota. “En los deportes, Estados Unidos tiene sus propias costumbres y culturas”, dice el ensayo. “Puede que el fútbol ya haya superado ese obstáculo cultural. “Casi todos los niños del país juegan hoy día en ligas infantiles, una moda que claramente se produce a expensas del béisbol. Las tasas de espectadores de televisión del béisbol se han reducido con el tiempo por muchas razones, y no en una medida pequeña, debido a lo que el fútbol infantil significa para la Liga infantil de béisbol, una apertura crítica para la creación de nuevos seguidores. Estos montones de chicos que persiguen los balones los sábados por la mañana han venido acompañados de varias décadas de inmigración del mundo que juega al fútbol, una combinación demográfica que ha hecho que Estados Unidos se convierta en la oportunidad de crecimiento más prometedora para el fútbol en el planeta”.
Si el gigante abre los ojos hacia nuestro deporte, puede haber un antes y un después en la historia de este juego. En un tiempo no muy lejano, los 81 millones de euros por Luis Suárez, los 80 por James Rodríguez y los 75 por Di María es posible que los paguen, gustosos, equipos estadounidenses.
Agustín Pelletieri, ex volante argentino de Lanús y Racing, hoy en Chivas USA, de Los Ángeles, avizora un gran futuro: “La MLS aún está en formación; pero de acá a cinco años va a estar entre las ocho ligas más importantes del mundo. Se va reforzando con jugadores de nombre”. Luego se refiere al público: “Hay cada vez más entusiasmo, a tal punto que ya vende más entradas que la NBA. Y es el deporte más practicado por los chicos menores de 12 años”.
Cuando logre meter los codos y se haga fuerte entre el béisbol, el básquet y el fútbol americano, el soccer los pondrá en jaque, porque tiene una fuerza huracanada. Va a llevar tiempo, pero un día entenderán el juego, captarán su belleza, descubrirán sus emociones. Ese día, agarrémonos...