La imagen de Joel sacando un remate potente para empatarle a Uruguay sigue intacta en mi retina, al igual que la astucia de Duarte para enviar el balón al fondo del marco en ese mismo juego. Cierro mis ojos y aún veo la celebración de Ureña tras la gesta ante los charrúas, o a Navas volando para taparle el quinto penal a Grecia.
Muchas veces recuerdo los gritos con que celebré los goles de Ruiz ante Italia y Grecia, así como la rica angustia que me invadió en el choque ante Holanda.
¡Cuántas sensaciones! Hoy mi equipo juega de nuevo, el mismo que me sacó las lágrimas al avanzar a cuartos de final en Brasil y el que me hizo quedar afónico con los goles. Quiero seguir soñando.
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