Lo he visto fichar y jugar con distintos equipos a lo largo de su prolongada carrera deportiva. Es uno de esos jugadores que se la pasan rotando de club en club; de hecho, tiene una colección de camisetas que muy pocos futbolistas poseen. Sin embargo, adondequiera que llega deja una huella negativa, un legado dañino.
Una y otra vez ha echado a perder los planes y sueños de los conjuntos que lo han contratado, traicionado la confianza depositada en él. Sin embargo, sigue encontrando puertas abiertas; es recibido siempre con bombos y platillos, conferencias de prensa y presentaciones oficiales ante los aficionados.
¿Cuándo irán a aprender la lección las juntas directivas? ¿Abrirán los ojos alguna vez o continuarán tropezando con la misma piedra? ¿Cómo es posible que continúen mordiendo el anzuelo? Me cuesta creer que se le brinden nuevas y segundas, y hasta terceras, oportunidades a este individuo a pesar de la abundante evidencia sobre su carácter nocivo.
Hay quienes me han dicho que el tipo tiene mucha labia, demasiada miel en las cuerdas vocales, un discurso y actuación de arrepentimiento y promesa de cambio capaz de convencer a cualquiera. Aún así, ¿cómo es posible que dirigentes y directores técnicos no hayan entendido que se trata de un personaje adicto al trastorno?
Difícil, muy difícil, comprender que los líderes futbolísticos de nuestro país no sean capaces de ver lo que sí advertimos los simples aficionados. ¿Es que estos señores son ingenuos? ¿O es que le tienen tanta fe a este jugador que están dispuestos a asumir un alto riesgo en aras de campeonizar a como haya lugar?
La verdad es que es malo con ganas. Es más grande el daño que produce que los beneficios que aporta a las diversas instituciones por las que no cesa de desfilar.
Sueño con que llegue el día en que alguno de nuestros equipos actúe con absoluta seriedad, sentido de responsabilidad y visión de largo plazo, y tenga el suficiente coraje de poner a ese farsante en su lugar: de patitas en la calle. ¿Se atreverá algún club a ponerle el cascabel al gato?
Decidí dedicarle esta columna a ese oscuro personaje de nuestro fútbol —quien sin duda alguna tiene colegas en otras ligas— porque una vez más ha vuelto a sus andadas, está haciendo de las suyas, se está dando cuatro gustos. Al menos, me queda la satisfacción de ponerlo en evidencia.
Si quiere denunciarme que lo haga. Honestamente, no le tengo miedo a don Desesperado de la Improvisación y el Remiendo.