Hoy hablaremos de un personaje entre épico y trágico, que como nadie supo convertir las limitaciones que la naturaleza le impuso en armas poderosísimas: Manuel Francisco Dos Dantos, “Garrincha” (1933-1983).
Nació con los pies vueltos hacia adentro, lo cual fue solucionado con cirugía correctiva. Tenía la pierna derecha 6 centímetros más corta que la izquierda. Esta se abría hacia afuera con cada paso. Por su parte, la pierna derecha se torcía en la misma dirección: no era “corvetas”, como se cree: ambas piernas se doblaban, como si fuesen de hule, hacia la izquierda. Tenía la columna vertebral en forma de signo de pregunta. Como si esto fuera poco, padeció de poliomielitis. ¿Puede alguien imaginarse un físico menos dotado para la práctica del fútbol?
Pero el técnico Vicente Feola adivinó el formidable talento de aquel deforme jugador, y lo alineó como extremo derecho con la selección que fue a Suecia en 1958. En el partido contra la URSS, Garrincha dribló 17 veces a su marcador. El ruso dijo: “Esto es como jugar contra un monstruo, algo grotesco salido de un circo”. Garrincha ganó, junto a Pelé, los campeonatos de Suecia 1958 y Chile 1962. Rivelino -una opinión calificadísima- sostiene que Garrincha fue más importante que el propio Pelé en esos dos mundiales. No buscaba los espacios libres para picar, sino aquellos más congestionados, a fin de lucir su fulgurante dribbling. Y no contento con bailarse a los defensas, a menudo se devolvía para bailárselos una segunda vez. Lo llamaban “la alegría del pueblo”. La vida le dio un cuerpo contrahecho, y él lo usó para crear un vasto repertorio de fintas como el mundo jamás había visto.
Lo acabó el alcohol. Jamás pudo superar la nostalgia de su club, el Botafogo, y de la selección brasileña. Como decía Sócrates: “los futbolistas morimos dos veces: cuando el corazón cesa de palpitar, y cuando debemos retirarnos del terreno de juego”. ¡Hasta siempre, Mané!