Aquello es un arroz con mango. No hay manera de entender el pleito ni el deprimente espectáculo que protagonizan tres personajes, un limonense y dos colombianos, trenzados en encarnizadas batallas con dardos contaminados de temeridad y verborragia, arenas movedizas que no han hecho más que hundir a la histórica entidad del fútbol limonense de la Primera División.
La Tromba está secuestrada por intereses espurios, a costa del hambre de las familias de los jugadores, que son los que se exponen en la cancha y a quienes les toca bregar en abierta desventaja, en comparación con los demás competidores del campeonato nacional.
Se trata de una crisis que ha repercutido en todos los niveles. A media semana, sin agua, sin electricidad, sin servicios básicos, el Estadio Juan Gobán se asemejaba a la trama de Casa tomada, un cuento de Julio Cortázar, donde sus moradores van siendo arrinconados por “algo”, hasta que los echan a la calle. Una solución, tipo parche, permitirá que los caribeños salten a la gramilla y enfrenten mañana al Saprissa; sin embargo, el cáncer continúa, a vista y paciencia de la Unafut y de la Fedefútbol. Uno de sus afiliados atraviesa un trance inaudito en una liga profesional y, simplemente, miran para otro lado.
Recuerdo el día de la final de Segunda División 2009-2010, que permitió a Limón ascender a la primera categoría, tras vencer a Barrio México. Después del partido, mientras salía del Estadio Nuevo con Juan Cayasso, en medio del ritmo y el color de comparsas, ventas de patí, agua de pipa, pinchos de carne, cajetas de coco y otras delicias, Cayasso, referente de Limón, valor de nuestro fútbol y un gran ser humano, me comentaba: “Ves, este es mi pueblo de gente noble y trabajadora que lucha día a día en esta naturaleza de verdor, soles, lluvias y tradición, muy diferente a la óptica negativa de la provincia que prevalece en el enfoque de los periódicos y noticieros”.
Ahora evoco las palabras de Juan Arnoldo y reflexiono que toda esa gente, noble y trabajadora, merece soñar con ilusión y esperanza, y no el naufragio de pesadilla que le abruma, por responsabilidad directa de tres individuos, un limonense y dos colombianos, quienes lo mejor que pueden hacer para no embarrarla aún más, es sacar las manos de Limón.