René Houseman ha muerto. ¿Quién era René Houseman? Uno de los más fulgurantes wing derechos de la historia del fútbol argentino. Alcohólico irredento, jugó muchas veces y marcó goles en estado de intoxicación etílica. Uno más que cae, después de luchar toda la vida contra el alcohol.
Sócrates decía: “el jugador muere dos veces: cuando acaba su vida terrena, y cuando se tiene que retirar del fútbol”. Muchos no logran gestionar ni elaborar el duelo de esta segunda “muerte”. Ahogan su nostalgia de vítores y goles en alcohol. Así murieron Garrincha, George Best, Sócrates y Francisco Marinho, así se está muriendo Paul Gascoigne, y así por poco mueren Alberto “el mágico” González y Gerd Müller, rescatado por sus compañeros del Bayern cuando entraba ya en la irreversible barrena del alcoholismo. La lista es larga, muy larga, e incluye jugadores de diversos niveles. Aquí me limito a mencionar a los más señeros.
Es crucial que el futbolista se prepare para ese momento en que ya no desatará alaridos colectivos capaces de ser detectados por un sismógrafo, tal el caso de Ronaldinho cuando hizo su primer gol con el Barcelona. Es indispensable una preparación para el retiro, una propedéutica del adiós a las glorias de una profesión que, a lo sumo, durará veinte años, y puede dejar, adherida al alma, una nostalgia que nada ni nadie podrá atenuar.
Muchas de las figuras que mencioné sucumbieron al alcohol porque no lograron efectuar la transición de astros a ex-astros, por ese maldito prefijo: “ex”: lo que fue, y lo que ha dejado de ser. El jugador debe entender lo antes posible que el fútbol será cuestión de un puñado de años, que pasará como un sueño, y que el mundo no termina ahí.
Más que nunca invoco la figura de los psicólogos, aliados del deportista: ellos pueden facilitar el tránsito, ellos tienen respuestas valiosas y métodos capaces de hacer menos amargo el momento del retiro. Dado el tipo de presiones que debe enfrentar un futbolista de estirpe hoy en día, no concibo cómo podría prescindir de la ayuda del psicólogo. De no echar mano de este formidable recurso, seguiremos teniendo Housemans y Garrinchas, figuras profundamente trágicas, máquinas de la autodestrucción, genios futbolísticos fagocitados por sus propios demonios.