Opinión: No es momento de goles

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De rodillas, el fútbol le rinde un homenaje a la vida. Arrodillados, los actores de este juego intentan mantener su estrella, aunque la vida insista en retratarlos desde su mortal pequeñez.

Un invisible enemigo los confinó a todos en sus casas, al igual que a la mayoría de los terrestres, temerosos, angustiados, intentando escapar de su furia con una solitaria gambeta. Un juego que ninguno quiere perder.

Ya no hay aplausos para ellos. Ahora también aplauden, como el vecino de arriba y abajo, a los héroes de moda que siempre han estado allí, librando batallas silenciosas, pero que hoy son la esperanza de todos para derrotar al diminuto pero feroz adversario.

Ya no sueñan con salir a la cancha y jugar el partido épico. Como todos, solo quieren salir pronto a la calle y saber que, al menos por ahora, pueden seguir caminando, de la mano con sus seres queridos, por ese enigma gigante que llaman vida.

No les interesa el festejo con sus compañeros en el rincón del área, en ocasión de un gol. Solo quieren llegar a la esquina del barrio para abrazar a los viejos queridos, encarcelados por el virus mortal que nos robó besos y abrazos. O corretear la pelota con sus hijos por la placita más cercana.

Aunque entrenen en el jardín de sus casas, ninguno está obsesionado con la curva de rendimiento cuando vuelva el fútbol. Como usted y como yo, les perturba saber cuándo la curva maldita de los contagios dejará de crecer, para rendirse poco a poco en ese juego de vida y de muerte en que nos tiene metidos.

Más que pensar en el contrato del próximo año, en si el torneo se acaba o sigue, si juegan con público o no, todos quieren como trofeo que los seres queridos sigan allí cuando esto pase. Gritarle a la vida, festejar el abrazo, compartir el café, soñar que hay mañana.

Los gestos solidarios en el fútbol, como en otros deportes, permiten que las estrellas no se apaguen, a pesar de que nunca como ahora son más igualmente mortales a todos.

Renunciar a una parte del salario en favor del que menos gana. Aportar para que a los empleados del club no les toquen la quincena. Donar sumas millonarias. Liderar colectas para los más necesitados. El fútbol, en sus días en crisis, le hace un guiño a la vida con esos destellos de humanidad.