Chope pensionó al Chiqui por la vía más complicada, con un semestre de contrato por delante, en una afirmación de autoridad y para demostrar quién manda ahora en Cartaginés.
Se puede estar de acuerdo o no, pero no se debe supeditar su éxito o eventual fracaso como entrenador azul a la decisión de jubilar al ídolo del equipo porque hay mucho en juego.
Randall se iba en seis meses con 35 años sobre el lomo –los cumplirá el 13 de agosto–, su bien ganada fama de referente, anclado en el corazón de la gente y con plaza de empleado en el club.
Paulo César pudo aguantarse, esperar y dejar que las cosas siguieran su curso, pero cargó con el costo que implica la ingrata tarea de sacar de circulación al consentido de la gente.
Y nos duela o no es una máxima de la vida, inexorable como el paso del tiempo, que nos corresponderá a todos y es ese momento crítico de apartarnos para dar espacio a los que vienen detrás.
Wanchope lleva poco tiempo en el equipo y las primeras señales denotan algo que no abunda en Cartaginés: autoridad, decisión, carácter y un sentido de frontalidad que, en lo personal, me merecen respeto.
Se trajo un preparador físico de nivel, un psicólogo deportivo, una nutricionista y, por primera vez en mucho tiempo, armó una pretemporada con concentración y objetivos.
Los resultados no lo han acompañado en la pretemporada, pero esos partidos son justamente para eso, para encontrar el equipo ideal, perfilar la idea, afilarla y consolidarla.
Cartaginés no puede continuar sumido en ese foso, condenado a la nada después de la tercera fecha, por eso entiendo que Chope apostara por un equipo nuevo, hecho a su imagen y en medio de las posibilidades económicas.
No hay que confundir las cosas: al Chiqui dejémoslo en paz, en la nueva etapa de su vida, en la que tiene mucho que ofrecer. Era un semestre lo que quedaba y ni Chope ni nadie borrarán su huella ni le robarán el amor de la gente.
Deja 103 goles, un sentido de fidelidad y pertenencia encomiables, más de $300.000 ingresados a las arcas del club en diferentes momentos, cuando se fue a Noruega y Azerbaiyán.
No es más grande que Fello Meza, como dijo con vergonzoso desconocimiento el presidente Luis Fernando Vargas el domingo anterior, pero sí la figura contemporánea más prominente de un equipo que colecciona sufrimientos en lugar de títulos.
Qué aburrido empezar la campaña con la gente dividida, peleados entre cartagineses por el Chiqui. Mejor cerrar filas y prenderse en la ilusión de que se viene algo mejor, con un entrenador que se juega su futuro en un equipo que requerirá lo mejor de él.
Démosle esa oportunidad y, si cabe la crítica, ya vendrá…