El fútbol es tan poderoso, que volvió antes que la mayoría de actividades esenciales en Costa Rica. Nos provoca una satisfacción a medias. Quiere decir que las cosas con la pandemia van bien, o tal vez, que la extrema prudencia que explica ese bienestar, experimenta una zancadilla por correr detrás de la pelota.
Solo el tiempo lo dirá. Lo que si es posible decir ahora es que la decisión tiene sus riegos. Es como un “Quedate en Casa”, pero con una puerta trasera de escape, por la que pueden salir los privilegiados, con el ánimo –entre otros- de entretener a los que se quedan bajo llave.
Mientras otros países y ligas de fútbol han decidió concluir sus torneos, Costa Rica opta por hacer que los jugadores salten a la cancha, para hacer lo que otros -deportistas o no- están impedidos de hacer. El inevitable contacto estará en todos los rincones del engramado y allí, en un rectángulo donde abundan las reglas, estará ausente la más universal de todas en nuestros días: El 1.80 metros de distanciamiento.
La apuesta es riesgosa. Puede encumbrar al país como uno de los pocos que no solo enjauló al virus mortal, sino que desafió con éxito las leyes de la probabilidad, al autorizar uno de los deportes mas propicios para la transmisión de la pandemia.
Pero también, un solo caso de contagio podría poner en el paredón al superministro de Salud y a todo el sistema gubernamental. Mientras se arriesga el libre comercio en la zona, priorizando la salud de los ticos, dieron luz verde a una actividad que tiene un valor recreativo para una gran mayoría –los espectadores- pero cuantitativamente aporta poco al motor de la economía.
Ojalá todo salga bien. No solo por los buenos ratos frente al televisor, o por el bolsillo de los actores. Eso nos dará a todos una palmada en la espalda, invitándonos a atravesar la puerta y enfrentar los retos de este nuevo mundo, virulento, con la confianza de que, teniendo los cuidados del caso, cada uno puede continuar con su propósito de vida.
De alguna forma somos como el batallón de retaguardia y ellos, futbolistas, árbitros, juntabolas, y todos los que estén en la cancha, la primera línea de esta avanzada para vencer al sigiloso enemigo. Nos toca ser espectadores no solo de goles, sino de esa atrevida – y a lo mejor prematura- lucha por retornar a los tiempos sin miedo.