El fútbol pasa a un segundo plano en juegos como los protagonizados en esta segunda fase del torneo. La gambeta, el vértigo y la intensidad en la cancha ceden ante los roces, la disputa verbal, los insultos y ese deseo malsano de derrotar al otro a toda costa.
Cuando no es el arbitraje, que reparte errores en uno y otro bando, es esa rayería que inicia desde antes de cada juego la que lo ensucia, sin apenas haber rodado la pelota. Que castiguen a este, que sancionen al otro, que me sacaron la lengua, que revisen el video, que yo soy más astuto, que mírame el colmillo.
Entonces, tenemos partidos de fútbol-teatro. Desde aquella parodia de Hulk que protagonizó Jafet cuando se hizo expulsar del Ricardo Saprissa, hace ya un rato, hasta este intercambio verbal entre la afición manuda y el portero Alvarado, los insultos a Giacone, los intentos de agresión a periodistas, o la dura competencia para escoger la mejor escena de dolor ficticio sobre la mortaja verde.
¿Y el fútbol? Una caricatura de espectáculo, al que los actores le roban la mitad del tiempo, para dedicarlo a fingir, encarar al rival, al árbitro, al aficionado y al mismo técnico porque lo sacó. Después, una zona mixta de recriminaciones, reproches, calenturas no sudadas en la gramilla y excusas, muchas excusas.
En estos mismos días se jugaban las semifinales del fútbol mexicano. Un deleite para los ojos. Sin importar la ventaja o no lograda en la ida, los equipos ofrendaron espectáculos intensos en la vuelta, con suspenso hasta el último minuto y remontadas cocidas en el pundonor, pero sobre todo en el buen juego.
Ya vendrá la Concachampions, el torneo de verdad del área, y nos hará pagar caro esa mediocridad en que hemos convertido el campeonatito nacional. Allí no habrá piscinazo que valga, nadie impresionará al árbitro por rodar cinco metros o protagonizar un melodramático rictus de dolor. Ensuciar el juego hasta congelar el reloj servirá de poco, sobre todo cuando nos lleven a sus escenarios de primer mundo y nos reten a jugar fútbol en serio.
En la Concacaf no seremos el monstruo, el tigre, los toros o el león. Apenas si, la versión caricaturizada de sus mascotas, gracias no a la falta de chequeras, sino sobre todo a la falta de respeto hacia el fútbol.