Las vueltas del fútbol trajeron a Hernán Torres de regreso a la Liga este año, con el apremio de enderezar el rumbo torcido y cuajar el deseo estratégico de festejo centenario con título.
Arrancó mal, con derrota 1-0 ante Grecia el 6 de febrero, que dio pie a una gestión de sobresaltos, marcada por lesiones recurrentes y pérdida de figuras clave por sanción.
La consecuencia lógica fue alejarse de la cima, pues mientras el equipo era incapaz de repetir una alineación por partido, los regulares Pérez y San Carlos entonaron victorias y se afirmaron.
Cuando uno carga más de cinco décadas y media sobre el lomo cree haberlo visto todo, pero lo que el profe experimentó en estos casi dos meses y medio de gestión tiene mucho de realismo mágico colombiano.
Porque, ¿por la cabeza de quién se cruzaría la idea de que en ese lapso perdería a sus laterales, resignaría a sus mejores volantes y se quedaría sin hombres de ataque, para pelear la clasificación que llevaría al eventual título?
En plena cuaresma Torres parece un mártir bíblico, peleando contra la adversidad que supone armar equipo en cada jornada, apurando el momento de novatos que recibieron sin mucho preámbulo la misión ingrata de reemplazar, por ejemplo, a Jonathan McDonald.
El clímax de la crisis lo sorprendió en la inauguración del césped sintético en Pérez, con la continuidad pegada de alfileres y una victoria impensada de 2-4, revitalizadora, edificante, que lo puso en pie de nuevo.
Hay algo casi “hemingwayano” en este hombre, que no se doblega nunca, que siempre cree, que saca de donde parece no haber, para redimirse y seguir creyendo.
Porque sin Patrick Pemberton, Marco Ureña, Róger Rojas ni Jonathan Moya, su último cuarteto de bajas, tumbó a Grecia en la agonía del partido en el Morera, para enfilarse al clásico con la ilusión renovada y la confianza de una hinchada que se niega a dejar de creer en él.
Es irónico porque Hernán Torres es el mismo hombre al que otros dirigentes no le perdonaron perder el título ante Saprissa y lo dieron de baja en diciembre del 2015.
Colombia ha sido generosa con el fútbol tico, enviándole con sabia regularidad técnicos del nivel del Chiqui García, Carlos Restrepo, Jorge Luis Pinto, el padre de nuestra hora más gloriosa en Brasil 2014, y ahora de nuevo Torres, preparados, inteligentes, ejemplarizantes.
Y queda lo mejor, la hora de las definiciones, y la certeza de que en un torneo en donde hemos asistido a todo lo impensado no estaría pegado del cielo ver a Alajuelense encaramarse en zona de clasificación y dar el campanazo.
Y ¿por qué no?, el hombre que las circunstancias convirtieron en mártir puede acabar como redentor y salvar el sueño de vuelta olímpica en el centenario. El clásico será clave.