Bueno, amigos y amigas, con una sola frase Ramón Luis Méndez nos devolvió al período neolítico, a la edad de piedra. Nos montó en la máquina del tiempo de Wells y nos retrotrajo 12.000 años en la historia de la humanidad: le época de los Picapiedra. “El fútbol es para hombres, no para mujeres” -sentenció el comentarista, en programa reciente-.
¿Ha Méndez visto jugar a la selección de fútbol de los Estados Unidos, cuatro veces campeona mundial? ¿Está familiarizado con sus ya míticas gladiadoras? Fiereza, tremenda condición atlética, potencia de disparo, dribbling, cabeceo, inteligencia táctica y estratégica, velocidad, fortaleza, creatividad, toque, explosividad… ¡todo lo tienen!
Y eso por solo hablar de las destrezas técnicas. Resta ponderar las facultades psíquicas y morales: son vastamente superiores a los hombres. Tienen más autocontrol y disciplina sobre las propias emociones. No reclaman cada decisión arbitral. No vociferan, arrojan sus botines contra el rival, gesticulan como mandriles o se desperdician en constantes payasadas. Su juego es menos artero. Su actitud ante el deporte es tan épica como la del hombre, pero es más noble, leal, limpia, íntegra. No padecen el primadonismo de nuestras vedettes masculinas. Son psicológicamente más sanas y equilibradas. Tienen mística y convicción: son indoblegables.
Yo quisiera ver una colisión futbolística entre la Selección Femenina de los Estados Unidos y nuestra Selección Masculina. Es algo que está destinado a suceder: en un futuro cercano se practicará el fútbol mixto. Al día de hoy, tal cual yo veo a nuestra selección masculina, su homóloga femenina de los Estados Unidos la arrollaría: sería como ponerle un dique de castores a un tsunami. Nos barrerían y superarían en todos los parámetros del fútbol. Sería, tal vez, la mejor lección de humildad y el más saludable golpe a nuestro podrido machismo que podríamos recibir. Lo veremos, lo veremos, y pronto.