¡Ah, el doble discursete de nuestros futbolistas y dirigentes! Hoy la Liga, fiera, enardecida, sedienta de justicia, contacta al Vaticano, la ONU, la Corte Internacional de Justicia de la Haya porque Saprissa fue favorecido por el árbitro Hugo Cruz en el encuentro que terminó 2-1 a favor de los morados. Pero en el torneo pasado el silbatero Ricardo Montero les regaló un partido 2-0 contra el mismo rival y ahí no dijeron ni chis.
Ahora los erizos, con los ojos en blanco y los brazos crispados hacia el cielo claman justicia porque fueron desfavorecidos en su choque con San Carlos, sin embargo una semana antes el árbitro los había mimado en su colisión contra Limón, y en esa oportunidad también guardaron un silencio discreto y modosito. Y San Carlos, ahora victimizado contra la Liga, azota los vientos y convoca tempestades por la injusticia de que fue objeto, pero ya olvidó que en su choque con Guadalupe fueron palatinamente favorecidos por las decisiones arbitrales.
Por lo que a Saprissa atañe, por lo pronto está muy cuchito, calladito, sombreadito, y no se mete en líos con nadie, porque no ha sido todavía objeto de ninguna injusticia arbitral determinante para el resultado de un partido. ¡Ah, pero Dios no permita que esto suceda, porque veremos a toda la saprissería alzarse en armas, levantar escudos guerreros, invocar violaciones a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, denunciar crímenes de lesa humanidad y exigir la pena de muerte para al infortunado árbitro que osase perjudicarlos!
Todo esto da risa, amigos: es la falta de solidaridad más flagrante que he visto en mi vida. Los equipos solo alzan la voz cuando las pedradas aterrizan en sus techos: por lo demás, prefieren acogerse a un silencio cómplice y anti-ético ante las injusticias cometidas contra otros equipos.
Doble moral, doble discurso, doble palabra, doble actitud, por poco, casos de esquizofrenia y trastorno disociativo de doble personalidad. Y más que nunca evoco y echo de menos el gesto de Flávio Costa, técnico de Brasil en el mundial 1950, que en el partido contra España le exigió a su jugador que botara un penal que favorecía a la Verdeamarela pero había sido injustamente pitado por el silbatero. Alguna vez, el fútbol fue un deporte de caballeros…