Enschede. Esta apacible ciudad del este de Holanda no se conmueve ni con la inminente presencia del campeón de Europa.
Los domingos casi nadie trabaja. Ni siquiera el comercio. Es el día para descansar y no se hacen excepciones, aunque a solo 48 horas el principal equipo local juegue uno de los partidos más importantes de su historia.
El Twente tiene su casa en Enschede, este pequeño poblado de la provincia de Overijsse, uno de los 12 territorios que conforman el reino holandés.
El censo oficial dice que aquí viven 150.000 personas, con un centro urbano pequeño y suburbios que combinan apartamentos y casas de dos pisos. Se espera que la gente llene por completo el estadio De Grolsch mañana, si bien no se trata de ninguna proeza: solo tiene 24.000 localidades, una miniatura a la par de gigantescos colosos que suelen albergar partidos de la Champions .
“Yo creo que nos va a ir bien contra el Inter. ¿Bryan Ruiz? Un gran jugador. Lo que cuesta es pronunciar la letra “r” del apellido”, comentó sonriente Are Barends, un seguidor del club, que se da por pagado con solo la posibilidad de observar al monarca de Europa en Enschede.
Frío. El verano se terminó antes de tiempo y un otoño madrugador tomó posesión. Los días ya están grises, los árboles empiezan a quedarse calvos y la temperatura anda entre 10 y 16 grados celsius. Hay amenaza de lluvia en cualquier momento; no como los furiosos aguaceros tropicales, sino con una llovizna intermitente que baña 15 minutos y luego ofrece tregua.
Bien abrigados, un puñado de aficionados –especialmente niños– llegaron al entrenamiento del Twente, en el campo de prácticas de Hengelo, a 5 kilómetros del centro de Enschede. Es un complejo de siete canchas de futbol, incluyendo un pequeño estadio, e instalaciones para otros deportes.
No había ninguna restricción en la entrada, ni guardas ni portones, y aparte de La Nación solo había una televisora local haciendo entrevistas. Para hoy, con la llegada del Inter, es obvio que aumentará la presencia de los medios.
Los aficionados se tomaron fotografías y pidieron autógrafos, como en cualquier parte del mundo.
Sin embargo, en un primer acercamiento es difícil calibrar la verdadera pasión futbolera de los habitantes de Enschede; habrá que esperar al partido de mañana. Por lo pronto, el domingo fue para pasear en bicicleta, salir a dar una vuelta con el perro o quedarse en la casa descansando.
Aquí se vive a otro ritmo. No se percibe el estrés urbano y al comercio no le preocupan las ventas dominicales. A las 6 p. m., parecía que había toque de queda militar.