Aquello lo incomodó. Se sentía con capacidad de asumir un equipo, pero pocos lo veían más allá del puesto de asistente. Tampoco entendió muy bien por qué la Fedefútbol lo descartaba para dirigir la Olímpica, luego de ocho años en la Sele, nutriéndose de Jorge Luis Pinto, primero, y de Óscar Ramírez, después. Aquello lo golpeó.
Sin rodeos lo confiesa, hoy desde la certeza de las cosas que suceden para bien, al mando de San Carlos, casi clasificado y con la ilusión de disputar el primer lugar hasta la última fecha. Más le costó admitir qué prefiere para la jornada del próximo fin de semana: ¿que gane Carmelita y deje sin posibilidades a la Liga? ¿O que gane la Liga y sentencie el descenso carmelo?
Se trata de los dos equipos que marcaron su carrera, el que lo vio nacer y el que lo vio crecer, si bien la conversación con Marín no deja duda en un aspecto: hoy San Carlos es su orgullo.
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