Los secretos mejor guardados de Michael Barrantes

El volante de Saprissa se devuelve en el tiempo para relatar las tres escenas que marcaron su vida, desde el día en que le dijeron que no servía para ser futbolista, cuando apenas tenía 13 años

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Cuando Michael Barrantes mira su vida en retrospectiva, se detiene en tres escenas. Rememora la primera, hace 20 años, al abandonar el colegio para trabajar en una venta de repuestos, obligado por la pobreza que le impedía a su madre y a su hermano cumplir con las obligaciones del hogar.

El dueño de Repuestos San Martín, don Rodolfo, era amigo de su abuelo y le permitió cumplir con la tarea más básica de su negocio.

"Recogía tornillos, nunca lo voy a olvidar. Un día me dije, 'no quiero recoger tornillos toda mi vida'", cuenta Barrantes, a quien años más tarde le encargaron abrir y cerrar el negocio.

Para recordar la segunda escena, el futbolista oriundo de Cristo Rey retrocede 22 años en el tiempo. Pertenecía a la liga menor de Alajuelense, cuando un entrenador le recomendó que se dedicara a otra cosa.

Apenas tenía 13 años y la frase caló profundamente en el cerebro del volante, al punto de caer en un bache que lo llevó a enfocarse en trabajar. Le apareció la oportunidad en la venta de repuestos y, por ese entonces, veía como algo muy lejano la posibilidad de vivir del fútbol.

“Básicamente una persona me dijo que buscara qué estudiar”, contó Barrantes.

La tercera escena es más reciente. Hace 16 años, en medio de sus labores en el negocio y después de un periodo en el fútsal, un amigo lo recomendó con otro y ese otro habló con el entrenador Orlando De León para que le permitiera hacer una prueba en el equipo de San Ramón.

Quien conversó con De León fue Hugo Madrigal, abogado y exjugador de Cartaginés. El veterano técnico charrúa recibió al futbolista y pronto lo hizo debutar en Primera.

Aquí empezó la andadura de Michael Barrantes, el joven descartado por Alajuelense que recogía tornillos en una venta de repuestos y acabó por convertirse en seleccionado y mundialista.

Hoy, a sus 35 años, disfruta con pasión la cola de su carrera. Cree que “no está pateando el balde”, pues aún se levanta con ganas de entrenar todos los días. No pierde el hambre de ganar y se percibe como una persona más integral, capaz de incidir positivamente en los jóvenes del club.

Desde su debut en San Ramón ha pasado mucho tiempo. Más tarde brincó a Puntarenas, de donde estuvieron a punto de separarlo por orden del entrenador Rónald Macho Mora. Para su fortuna, el Puerto cambió de timonel y apareció Luis Diego Arnáez, que le pidió quedarse.

En el Puerto vivió una temporada soñada en la que levantó el título de Uncaf y más tarde firmó con el Saprissa; posteriormente se afianzó en la Sele (disputó el Mundial de Brasil) y en el fútbol internacional.

A su paso por Noruega y China le debe el capital económico que creó y le permite llevar una vida tranquila.

Aunque Barrantes afirma que no ha hecho el dinero suficiente para retirarse y quedarse recostado en el sillón de su casa, sí fue ordenado para invertir en negocios y bienes raíces.

Cuando se retire, analiza dedicarse a una empresa de seguridad que creó junto a su familia, aunque también cursó la licencia A de entrenador en Argentina y no descarta dirigir o, al menos, fundar una escuela de fútbol.

“Le soy sincero, no sé si voy a ejercer como técnico. Últimamente me ha picado el gusanito y en Saprissa he asumido una responsabilidad más. Con humildad puedo decir que creo que podría ejercer si se me antojara”, concluyó Barrantes.