Si usted estuvo en el festejo que montaron los brumosos para recibir a sus jugadores, tras imponerse ante Alajuelense en el Morera Soto y forzar a una gran final del Torneo de Clausura 2022, sabe bien lo que se vivió en la Vieja Metrópoli, pero si se lo perdió, intentaremos transportarlo a una noche que no tuvo fin.
Para empezar, el bus que transportaba a los blanquiazules llegó a Ochomogo minutos antes de lamedianoche y desde ahí ya era imposible transitar con fluidez: los fanáticos tomaron las calles, se lanzaron con sus banderas, ollas, sartenes y bombas de humo. Los jugadores y dirigentes que venían en el vehículo respondieron con euforia, se salieron por las ventanas y saludaron con mucho entusiasmo a todos los seguidores que cantaban alrededor del vehículo.
Un recorrido de ocho kilómetros, que normalmente a esas horas de la madrugada se haría en 15 minutos o menos, duró casi dos horas. Lo vivido en las cercanías de la planta de Recope fue apenas un pequeño preámbulo del espectáculo que montaron miles de fanáticos en la Plaza Mayor, en Cartago.
El punto de éxtasis se dio a la 1 a. m., cuando finalmente el bus se asomó por la antigua biblioteca pública de la provincia, a escasos 100 metros de la Municipalidad. Los cánticos tomaron más fuerzas, salieron los humos de color blanco y azul y las sirenas anunciaban a los miles de seguidores que sus futbolistas finalmente estaban en el centro del festejo. En los balcones del antiguo teatro Apolo decenas de comunicadores y fanáticos reportaban desde lo alto todo lo que acontecía.
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La afición del Cartaginés esperó a su equipo hasta la 1 a.m., para festejar el pase a la final sobre Alajuelense.
Kevin Briceño se salió por una ventaja y agitó con fuerza una bandera que le pasaron desde las afueras del autobús. Byron Bonilla, Daniel Chacón y Ronaldo Araya cantaban con los presentes, mientras que el gerente, Leonardo Vargas Masís, se golpeaba una y otra vez el pecho, justo donde llevaba bien pegado el escudo del Cartaginés. Nadie se quedó dentro del vehículo, el resto del plantel se salía por el más mínimo espacio que encontraban para no perderse los detalles de algo épico.
Presidente inmerso en la pasión
El propio presidente, Leonardo Vargas padre, se dejó llevar por lapsos por la pasión y los presentes no dudaron en felicitarlo, agradecerle y recalcarle que lo consideran como el salvador de un equipo que desde que llegó (hace tres años) ya no vive en medio de las penurias económicas de antaño.
“Lo primero que sentí en medio del festejo fue una gran responsabilidad, porque estamos a la cabeza del equipo. Además, le explicaba a los jugadores lo que significa para esta afición ganar y lo que es darle una alegría a estos fanáticos. Hay que dimensionar lo que estamos generando y ahora estamos trabajando con todo para esta final, porque hemos atacado todos los detalles y ahora estamos 50/50″, comentó el jerarca.
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Vargas detalló: “Venía por uno de los costados del bus con mi esposa y por momentos nos asomábamos por las ventanas. Mucha gente me agradecía y todo esto me genera mucha alegría, pero siempre con los pies en la tierra y con calma, porque aún no hemos ganado. Tenemos derecho a celebrar, pero con tranquilidad. A uno se le salen las ganas de cantar y celebrar con la gente, porque es algo muy emocionante, pero también una gran responsabilidad”.
Llegar al centro de la ciudad fue una verdadera proeza para el conductor del bus del Cartaginés, pero arribar al Fello Meza fue aún más complejo. Cerca de la 1:45 a. m. el vehículo apenas se pudo aproximar al portón principal del reducto y al ver que era imposible ingresar, se hizo una cadena humana y uno a uno los integrantes del plantel bajaron y caminaron entre el mar de personas.
Cada vez que un jugador salía los fanáticos se abalanzaban sobre él: Allen Guevara, Ronaldo Araya y Jeikel Venegas fueron de los más ovacionados y se necesitó de la seguridad privada para meterlos al estadio.
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La fiesta en la Vieja Metrópoli se prolongó hasta altas horas de la noche y miles de fanáticos se lanzaron a recibir al equipo como verdaderos héroes. (Keyna Calderón)
Fue hasta las 230 a. m. cuando bajaron un poco las revoluciones y ahí empezaron a marcharse las figuras, dirigentes y administrativos del club, mientras que en las afueras del reducto aún seguía la fiesta.
La madrugada avanzó y el festejo no tenía fin. De seguro todo lo vivido será recordado como épico y lo único que superará este delirio sería si llega el campeonato que se le niega al Cartaginés desde 1940. La posibilidad está sobre la mesa y los fanático sedientos de más.