Como una de las frases comerciales más exitosas de los últimos tiempos, aquella de “Hay cosas que el dinero no puede comprar”, a Alajuelense le sucede similar: “Hay cosas que el dinero no puede comprar; para todo lo demás está el CAR”.
¡Vamos! No lo tome literalmente: el CAR es más que tener dinero, claro. El CAR no es solo la fortuna de encontrarse a un directivo, en primera instancia aficionado, con amor invaluable por el club, los recursos, la buena intención y el desprendimiento para gastar o invertir unos $10 millones. Es la visión, la oportunidad y la decisión de apostar por un centro de entrenamiento de primer nivel.
Hecha la aclaración, volvamos al punto: “Hay cosas que el CAR no puede dar”: ese carácter que el capitán Bryan Ruiz anhela, extraña, pide y casi reclama en partidos como el perdido, 2 a 0, ante un Saprissa que había llegado moribundo. Eso no lo da el mejor centro de entrenamiento; ni el CAR, ni la Masía, ni Valdebebas...
Interpreto de lo visto y lo dicho (lo visto en el juego y lo dicho por Bryan Ruiz) que no falta entrega, sino confianza; que no falta sacrificio, sino atrevimiento; que no falta talento, sino agresividad cuando llega la hora de imponerse. Eso no lo da el CAR.
En cambio, el complejo deportivo sí debería deparar jugadores mejor formados. Acercar al muchacho a la condición física y el régimen de entrenamiento internacional. Debería dar atletas que comen lo que tienen que comer; que alimentan el cuerpo, pero también el intelecto con la formación académica. Debería facilitar la recuperación entre un entrenamiento y otro, entre un partido y el siguiente. Debería dar más y mejores jugadores exportables. Debería convertir la jornada laboral diaria en más que un par de horas de entrenamiento. Debería ir mostrando sus efectos de aquí al 2025 -calculo- cuando tengan 17 años los niños que con doce llegaron a Turrúcares en el 2020.
Falta temple
Lo que no puede dar el CAR es el “temple”. Me encanta esa palabra aplicada al deporte, virtud de campeones, definida por la Real Academia de la Lengua Española como “fortaleza enérgica y valentía serena para afrontar las dificultades y los riesgos”. En llano: valentía, coraje, agresividad, sin perder la cabeza.
No es solo meter la pierna con fuerza. Es atreverse a esa gambeta, a esa jugada individual, a ese pase filtrado que en otros juegos aparece como si nada.
El temple, creo, lo dan los partidos. Los triunfos en la adversidad. Las victorias cuando es hora de imponerse y decirle al archirrival por qué hay tanta diferencia en la tabla de posiciones. Lo dan las remontadas, de esas que venían forjando carácter en la Liga (sumaba tres), hasta que el clásico develó que aún son pocas. Tampoco basta con Bryan Ruiz en el rol de mando, tratando aquí y allá de tranquilizar a unos o inyectarle atrevimiento a otros.
No olvidemos que para ganar la 30, la Liga necesitó de Leo Moreira, Adolfo Machado, Junior Díaz, Bryan Ruiz y Álvaro Saborío; jugadores con temple. Hoy, el “10″ y el lesionado Celso Borges tendrán que multiplicarse para acomodar, pullar, provocar... A ese rol también están llamados Johan Venegas y Alex López, pero no sé si lo asumen.
Esto no es de sicólogo
No todo es mental, claro está, como detecta el presidente Fernando Ocampo, quien habló de la incapacidad liguista para abrir la “línea de 9″ en la defensa del Saprissa.
No sé si eso de “línea de 9″ llevaba una pizca de desmérito al cuadro morado, pero además de falso, bastaría preguntarse si no deja peor parado a Alajuelense: un equipo con “línea de 9″ le anotó dos goles y tuvo opciones para más. En todo caso, es innegable lo señalado por Ocampo en torno a la obligación liguista de superar una zaga bien cerrada. Eso no es solo mental, sino táctica y estrategia.
Tampoco es sicológico que el cuadro manudo se haya visto con el marcador en contra en nueve de las 17 jornadas. Demasiadas veces contra la pared para un equipo que pretende ser campeón. Por más que terminó ganando en tres de esas situaciones adversas, las restantes seis depararon un empate y cinco derrotas.
Más que trabajo mental (o “además de”), quizás la Liga necesita ajustes tácticos.
¿Ser más balanceado para no sufrir los efectos de su vocación ofensiva? Quizás.
Ser contundente frente al marco rival, diría el timonel Albert Rudé, como lo ha dicho una y otra vez.
¿Ser más aplicado en la marca en el área propia? ¡Ni lo dude! Uno ve rojinegros marcando por delante al goleador rival, perdiéndolo por completo de vista mientras el balón le viene en el aire desde un costado. En qué más iba a terminar la jugada si no en gol.
Para eso ni siquiera se necesita un gran centro de entranamientos, aunque sin duda ayuda. Otras flaquezas, en cambio, no se eliminan con el CAR.