Lágrimas, besos y abrazos dominaron el festejo íntimo de Herediano

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Heredia

Compartir un beso con su pareja, sentir el abrazo de una madre orgullosa o escuchar el grito de ¡Papi, papi! fue lo que más disfrutaron los jugadores de Club Sport Herediano tras su batalla por la estrella 26.

Desde el momento en que Hugo Cruz pitó el final del partido en Tibás, los futbolistas florenses tardaron tres horas y media en regresa a su casa y buscar a esa persona amada que los esperaba.

A eso de las 8:30 p. m. los jugadores ingresaron por la parte posterior del Rosabal Cordero y cada uno tuvo su gran recompensa, algo que probablemente vale más que la medalla que les colgaba del pecho.

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"Es lo más importante, la verdad; ellos son los que están detrás de todo. Después de un partido tan difícil hay que venir a celebrar con ellos, se lo merecen. La verdad que mis hijos, mi esposa, mis padres, no los cambio, ellos en las buenas y en las malas están ahí", explicó Leonel Moreira.

Moreira fue uno de los primeros en llegar a la sala de prensa, donde lo esperaba su esposa, Yuli Granados, con quien se fundió en un beso; después abrazó a Camila y Santiago, sus dos hijos.

Una de las más conmovidas era Elena Hidalgo, la esposa de Pablo Salazar, quien apenas vivió a su defensor favorito soltó en llanto, demostrando lo feliz que estaba por el logro de su compañero de vida.

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"La verdad es que yo se lo he dicho a mi esposa, a las familias de todos mis compañeros, este título es de ellos y gracias a ellos se nos da. Ellos nos han aguantado en nuestros momentos duros, nuestros cambios de humor, ellos han llevado ese peso. Ellos son los verdaderos campeones, nuestras esposas, hijos, padres porque son los que nos levantan todas las mañanas", dijo Salazar.

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Jafet Soto y su esposa Alejandra Campos organizaron todo para permitir que los aficionados ingresaran al estadio de la manera más segura posible, hasta pidiendo colaboración a la Fuerza Pública que envió sus efectivos de seguridad desde Alajuelita.

Todos los jugadores pararon la celebración al menos por un momento para estar con su ser especial por un segundo. Esteban Granados apenas vio a su pequeña hija le colocó la medalla de campeón. La mayoría se quitó la medalla y se la otorgó a alguien de la familia.

Jorge Alejandro Castro tomó a su pequeño hijo, que estaba en brazos de su esposa, Estefanía Salazar, y salió al balcón del estadio florense, pero tuvo que devolverse rápidamente, ya que el pequeño se asustó con los gritos y cánticos de los aficionados.

"Es un momento muy bueno, estar con la gente que siempre estuvo con nosotros. Muy contento, mis hijas fueron muy importantes en este campeonato", señaló Hernán Medford.

Después de una celebración tan grande el cansancio empezaba a hacer mella en algunos jugadores. Uno de ellos fue Jairo Arrieta, quien además salió con un tirón en la pierna. Después de ser una de las figuras del 26 se sentó tranquilamente a lado de su esposa, Andreína Chacón, a jugar con sus pequeñas hijas.

"Fue un trayecto bastante largo, había sido campeón con Saprissa pero este campeonato me ha sabido diferente, el recibimiento de la gente hasta llegar con nuestras familias ha sido muy lindo. Ellos son lo más lindo que yo tengo", comentó el goleador del Herediano.

Al salir a las graderías del Rosabal Cordero para verse con la afición que los esperó pacientemente, los más aclamados fueron Jairo Arrieta, Rándall Azofeifa y Víctor Núñez.

El trofeo desfiló de mano en mano y cada jugador recibió los aplausos de sus seguidores. Esteban Granados, José Nieto, José Miguel Cubero y José Leitón se tomaron el tiempo para tomarse selfies con los aficionados y firmar autógrafos.

Hasta hubo tiempo para bromas como la Keyner Brown y Heyreel Saravia, quienes molestaban a Esteban Ramírez por compartir un beso en público con Daniela Murillo, la madre de su hijo Nicolás.

Conforme pasaban los minutos, la celebración se hizo más privada, los aficionados empezaron a salir del estadio y solo quedaban los jugadores con las personas que siempre están a su lado en las buenas y en las malas. Esta vez, tocaban las mieles: el ansiado título ante Saprissa.

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