Por segundo año, el Club Sport Herediano ha caído frente a un rival sin atestados, en el torneo de prekínder donde se ganan los boletos para ir a la escuela de los grandes de Concacaf.
El equipo mas ganador de la ultima década sonroja a su afición y palidece al futbol local, sumergido en la peor crisis de su historia. A segunda hora, una Liga Deportiva Alajuelense, plagada de “estrellas”, se vio a revolcones para sacar su faena frente al San Miguel de Panamá. ¿Alguien se extrañaría de que la próxima semana Saprissa esté afuera de esta competencia? ¡Yo no!
Estamos pagando con resultados la enfermedad de un futbol secuestrado por los dirigentes, enfermizos de poder, obnubilados por el negocio de su sociedad y no de su equipo, sin una Fedefutbol con autoridad moral para enderezar la barca y con la UNAFUT plegada al servicio de los que lucran con este deporte y no a su desarrollo competitivo.
Un árbol enfermo no puede dar buenos frutos. Antes sabíamos que detrás de los clubes estaba un grupo de empíricos pero apasionados dirigentes, que se dejaban la vida en defensa de sus equipos, así como una afición que se sentía y era dueña no solo de su butaca en el estadio, sino de las decisiones, y con el poder de exigir rendición de cuentas.
Hoy siguen siendo empíricos pero detrás de su S.A, su contrato de administración, sus “convenios deportivos”, está la visión mercantilista de hacer del futbol un negocio para los socios. Vender y comprar jugadores como propósito estelar, limitar contrataciones cuando el bolsillo no se llena, contratar Dts baratos y mal preparados, hacer negocios con el “adversario” bajo de la mesa, aceptar inversionistas salidos de las tinieblas, son algunos de los síntomas de la enfermedad.
Los Comités y autoridades de la Fedefutbol se hacen los tontos. Exigir trasparencia puede ser peligroso cuando llueven dudas en el Proyecto Gol. Pedir planificación es inaudito cuando el Mundial de Rusia es el ultimo recuerdo de algo bien hecho, borrado además con el codo apenas el avión bajó en el Juan Santamaria. Desde entonces, todo huele a fracaso.
¿Puede alguien sensato pedirle resultados a Ronald González, cuando la legión en el exterior apenas llega a Boy Scouts y la generación Z del futbol tico no pasa de turistas temporales en la ciudad que los contrató para jugar. ¿Y qué decir del torneíto local? Basta con los dos juegos frente a Panamá y esta primera ronda de la Liga Concacaf, para entender la dimensión de la crisis que pasamos.
Crisis en la cancha. Por supuesto. Porque en la Federación se reeligen los mas preclaros dirigentes, la Unafut gana vítores internacionales por su manejo ejemplar en época de pandemia ( aunque solo faltan los de un club por enfermarse) y los dueños de equipos no paran de alardear de sus proyectos y el legado para las generaciones venideras. ¿Malos? ¡Los que juegan!