La patanería se enseñorea del fútbol

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Allá, en los desvanes de mi infancia y mocedades, las palabrotas de los jugadores y los técnicos o el tradicional madrazo en coro de las barras enfebrecidas solían ser editados: los camarógrafos omitían discretamente los primeros planos de los rostros que espetaban palabrotas, o les quitaban el sonido. Hoy en día, tal parece, son un condimento pimentoso y suculento en las transmisiones televisivas de nuestro fútbol.

En el último clásico, después de que Lassiter bota el penal, las cámaras nos obsequian un monólogo, un soliloquio, una verdadera cadenza de virtuosismo del técnico Torres, que les grita cuatro cosas, con las venas del cuello túrgidas cual altorrelieves escultóricos, uno tras otro, a cuatro de sus jugadores. Y las cámaras se regalan en este grotesco, soez espectáculo. En los labios del transfigurado técnico explotaba sin cesar la furia, cada vez más percusiva, más detonante… para solaz y edificación de la teleaudiencia. La gente ya ve estos géisers de bilis como algo natural, perfectamente aceptable. Ese es el nivel de degradación de nuestro país, y del medio futbolero en particular.

No contento con ello, el señor Torres volvió a hacer erupción en sus declaraciones a la prensa, aseverando que en el tiro libre de Saprissa “habían puesto a los enanos en la muralla”. Amigos: la palabra “enano” es ofensiva, peyorativa y derogatoria. Como el “dwarf” o el “midget” en inglés. Es una manera sangrona, vulgar de aludir a una discapacidad de origen genético que debe ser abordada con extremado respeto. Pudo haber hablado de “los jugadores bajitos” -a Romario le dicen “el baixinho”-. En inglés, la expresión “little people” es perfectamente correcta. Un término posible para aludir al enanismo es acondroplasia, pero convengo: es excesivamente clínico y técnico. En todo caso, había otras formas de referirse a estos infortunados futbolistas no bendecidos por la colosal altura del señor Torres. Piénsese en el daño que esta zafia, chusca expresión genera en la autoimagen de los jugadores. ¿Soy yo el único que encuentra estas expresiones impropias, chabacanas y degradantes? Y pensar que el fútbol nació como un deporte de caballeros, regido por un código de hidalguía y respeto…