:quality(70)/cloudfront-us-east-1.images.arcpublishing.com/gruponacion/63NHRGYCNZHF3CYIC4XD5LNTBQ.jpg)
Kevin Briceño siempre quiso ser portero. Fotografía: José Cordero (Jose Cordero)
Corría el minuto 120 en la final del Clausura 2018 entre Saprissa y Herediano.
La definición del título se daría mediante el lanzamiento de los penales y ese estrés que se sentía en las gradas de la Cueva también se reflejaba en el barrio Chorotega, en Nicoya, donde vive la familia del arquero Kevin Briceño.
Pegada frente al televisor y sin derecho a pestañear, doña Geovanny Toruño sentía que el corazón le iba a explotar, por los nervios, por la emoción y porque a su mente se venían los recuerdos de cuando el menor de sus cuatro hijos tenía definido desde muy chico que sería portero.
Con un orgullo perceptible en su timbre de voz, ella recibió en su casa a un equipo de La Nación.
Entre las primeras cosas que explicó a carcajadas es que ella se llama Geovanny porque así la bautizaron sus papás.
"No sé por qué, a mí no me gusta. Todo mundo dice que es nombre de hombre, pero yo lo tengo y soy mujer. Fíjese que eso me ha traído algunos problemas y a veces no me creen que me llamo así, va a creer usted", mencionó a carcajadas.
La mamá de Kevin Briceño está muy orgullosa de su hijo. Fotografía: Álvaro Duarte
Ella veía el televisor y pensaba en aquel chiquillo que se iba al corredor de la casa con su hermano Carlos Ernesto a jugar con la bola.
Uno tiraba penales y el actual arquero del Saprissa los atajaba, en un espacio que medía tres metros de ancho por seis metros de largo.
"Carlos Ernesto es siete años mayor y él le tiraba esos 'güevazos' a Kevin, que era un chamaco. Es gracioso y nunca olvidaré lo que él le decía a mi mamá, dándole las quejas casi llorando", citó.
En la casa, a doña Maura, la abuelita del guardameta, todos le dicen 'Mamita', pero él la llamaba 'Mita'.
"'¡Mita! Dígale a Carlos Ernesto que no me la tire tan duro'... Eso era lo que el chiquillo pasaba suplicando. Eso era de todas las tardes después de las tareas. La diversión de ellos era ponerse a jugar tirándose la bola de penal", rememoró.
La abuelita le hacía caso a Kevin y este diálogo también era cuestión de todos los días.
— Doña Maura: "Carlos Ernesto, no le tire la bola tan duro al niño".
— Carlos Ernesto: "Él dice que quiere ser buen portero y así se hacen los buenos porteros".
"Hace algunos años sufrí un problema, me dio un derrame facial y estuve muy mal, pero mi mente procesaba eso y yo me reía de ellos cuando estaba acá en la casa al escucharlos en esas cosas. Así pasó el tiempo y Kevin Andrés iba creciendo. Yo todavía estaba con el problema del derrame facial, algo escuchaba y con lo que mi mente captaba yo me reía", contó doña Geovanny.
Aquello que pasaba en su casa era lo que la hacía pensar que su hijo tenía plena capacidad de convertirse en el héroe de Saprissa en esos lanzamientos de penal, dándole el título 34 a los morados.
Kevin siguió los pasos del abuelo
Que Kevin Briceño sea el portero estelar de Saprissa en este momento no es algo que sorprenda a su mamá, ya que afirma que eso lo traía en la sangre.
“Él heredó algo de mi papá, que él era portero y sus contemporáneos me dicen que era muy bueno".
"Me contaron que hubo un jugador que le quería meter un gol porque él era tan bueno que costaba que le anotaron y ese muchacho le hacía goles a todos en el barrio, menos a mi papá”.
No tiene claro si ese hecho se dio en la plaza de fútbol de Pozo de Agua, en la de Corralillo, en Nicoya, pero considera que esa anécdota de su papá sirve para saber por qué Kevin fue figura en la final.
“Estaban jugando y en eso pitan un penal. El muchacho le dijo a mi papá: ‘Macario Toruño Gómez se me quitarán las ganas de meterle un gol’, a lo que él le respondió: ‘Hablemos después de que me lo haya tirado, no antes’”.
Sin duda, eso le generó mayor expectativa a quienes estaban ahí.
“La cosa es que lo tiró y mi papá se lo atajó. Dicen que ese hombre se tiró al suelo y le daba pescozadas al piso y de todo, porque no le metió el gol. No fue que lo botó, fue que mi papá se lo atajó”, apuntó.
“Cuando le pasó la cólera se levantó del piso y le dio la mano y le dijo: ’Te felicito Toruño, porteros como vos aquí no hay! Se salió de la cancha, se fue y no siguió jugando”.
Para ella, esa es una vivencia de alguien que fue un buen portero, sin saber que a futuro, su nieto continuaría la historia y ya no en una cancha de pueblo, sino en la Primera División.
“Aquello que vivió mi papá, yo siento que lo estoy viviendo ahora porque mi hijo está haciendo un buen trabajo en Saprissa”.
La mamá de Briceño es la madrina de Jairo Arrieta
Esa tanda de penales del domingo jamás se le olvidará a doña Geovanny.
Doña Maura y doña Geovanny muestran con orgullo las camisas de Kevin Briceño. Fotografía: Álvaro Duarte, corresponsal
Después de que los lanzamientos iban 3-3 tras los aciertos de Rándall Azofeifa, Johan Venegas, Leonardo González, Daniel Colindres, Yendrick Ruiz y David Ramírez, vino lo decisivo.
Jairo Arrieta tomó la pelota y la puso en el manchón blanco, Briceño estaba en la portería.
Con los ojos pegados al televisor, ella veía como su hijo y su ahijado estaban frente a frente.
“Yo soy la madrina de mi muchachito, que también cuando él juega yo lo apoyo y hasta herediana he sido por él, pero en esta final lo siento mucho, Jairo es mi ahijado, pero Kevin es mi hijo, imagínese. A Jairo yo lo quiero mucho, pero voy a favor de mi hijo”, comentó.
Y agregó: “De chiquito lo llevé al bautizo, la mamá y yo éramos compañeras en la escuela y amiguísimas, todavía cuando él nació. El nombre de Jairo se lo recomendé yo, yo le dije que le pusiera así al chiquito y Jairo porque a mí me gustaba un muchacho que se llamaba así”, mencionó riéndose.
Eso fue instante, un suspiro en el que Briceño adivinó la ejecución de Arrieta y le tapó el penal.
“Ahora con este partido seguimos siendo igual, ni Jairo es enemigo de Kevin Andrés ni Kevin Andrés enemigo de Jairo. Para mí mi ahijado es mi ahijado y lo sigo queriendo y mi comadre es mi comadre y mi compadre es mi compadre, todo igual”.
Según ella, eso es una evidencia de que el fútbol es eso nada más, un juego.
“Simplemente son cosas de la vida, el fútbol es un juego, yo siempre he considerado que el fútbol es un juego y que los futbolistas no tienen por qué pelear.
Empezó en la escuela
Cuando Kevin Briceño entró a la escuela, ahí empezó su carrera como futbolista.
Entre tantas anécdotas, resulta que a le costó que le dieran la oportunidad como arquero y hay un motivo de peso.
“Ahí estaba y había un chiquillo que le decía al profesor de Educación Física que pusiera a Kevin de portero y no a él porque lo veía más bueno. No recuerdo el nombre del niño que era el portero, pero él me decía a mí que ese profesor no le hacía caso cuando le comentaba que Kevin era mejor y que el profesor no lo ponía”, destacó doña Geovanny.
Era tanta la insistencia del niño que ella fue a buscar al profesor y se topó con una sorpresa.
“El profesor era Hugo Gutiérrez y resulta que cuando mi otro hijo, Carlos Ernesto estaba en la escuela, ese profesor había tenido un problema con el papá, que no le dio permiso para ir a un lugar a jugar bola”.
Carlos Ernesto, el hermano mayor de Kevin era delantero.
“Metía muchos goles, era de esos buenos. Como estaba castigado no fue a jugar. El profesor llegó a buscar al el papá, pero le dijo que el castigo se lo estaba aplicando. El problema es que mi esposo es de un carácter muy fuerte”.
Y añadió: “Como él fue a pedirle permiso y no lo dejó ir, entonces Hugo se dirigió a mí y me dice: ‘Qué hombre con el que te casaste’, él se enojó mucho y hasta yo me enojé que no lo dejara ir al partido. Carlos Ernesto lloró y yo lloraba con mi güila”.
Pasó el tiempo y el profesor se quedó con aquella idea y cuando Kevin entró a la escuela, por casualidad, le tocó el mismo profesor.
“Como ya había pasado eso con Carlos Ernesto, a Kevin no me le daba pelota”.
Orgullo en Nicoya
Doña Geovanny confiesa que le encanta cuando alguien le lanza la pregunta: "¿Usted es la mamá de Kevin Briceño?".
En el barrio, todos lo conocen.
Cuando juega, ella está adentro de la casa que se encuentra muy cerca del Estadio Chorotega y solo escucha las pitoretas y cuando alguien le grita: "Me saluda a Kevin".
"Aquí es una loquera, los guilas, las vecinas, los vecinos, ellos se alegran y lo bonito es que mi casa queda al frente de una calle y ahí pasa todo mundo gritando y dejándole saludos a él y uno siente bonito ver que la gente lo apoya porque él es muy querido aquí".