A César Elizondo le rebajaron el castigo de seis a dos meses. El informe arbitral decía que agredió a un oficial, aunque la televisión no lo evidenciaba. ¿Esa reducción implica que el silbatero no dijo la verdad, la contó a medias, o que el Tribunal Disciplinario le restó credibilidad?
Si las pruebas aportadas por el generaleño desacreditaron al árbitro Allen Quirós, algo malo había en el informe. Tan malo como para privar del trabajo a un futbolista durante medio año.
Porque, de no ser así, al tribunal Disciplinario habría que censurarlo, en tanto un día sanciona una agresión física y a la semana siguiente lo reduce a un tercio.
En cualquier caso, hay que poner en discusión el gran tema del momento: ¿Están los árbitros falseando sus informes, para justificar sanciones o tarjetas mostradas al calor de la ira?
El asunto es grave. Varios futbolistas han denunciado que el reporte arbitral incluye mentiras, o que han sido agredidos de palabra por los jueces. Kevin Cunnigham insistió en días pasados que no había pellizcado a Henry Bejarano, como escribió este, lo que terminó con cuatro juegos de castigo.
Ahora son los liquistas quienes se quejan, en medio de ese disparo de tarjetas rojas con que Bejarano terminó el juego dominical. El futbol puede vivir con los errores arbitrales, que pasan a diario, pero no debería tolerar –si es que pasa– la mala fe de quienes van al juego a impartir justicia.
Antes de proponer soluciones como grabar a los jueces, se impone la solidaridad gremial, el juego limpio entre futbolistas. Si realmente ocurre lo que denuncian, la solución está en el hoy por mí y mañana por tí.
En lugar de tomarse fotos o de abrazarlo cuando se equivoca, el futbolista debe respaldar la causa del rival cuando el árbitro, escudado en su poder, falta a la verdad para “sacarse un clavo” o sencillamente porque lleva en los genes el virus de la prepotencia.
Quisiera ver el día en que un jugador, valientemente, ofrezca su testimonio en favor de un rival, ante una injusta denuncia del árbitro. Ese “no es cierto, no le dijo nada”, será la página más limpia en la historia futbolística local.
Por ahora, solo escucho frases acomodadas y falsarias: “Nosotros hemos aprendido a no reclamar”, “Estaba lejos y no pude oír”, “ Es normal que uno se caliente”.