Cuando se toca fondo no hay más que salir adelante. Una frase trillada para quienes nunca han tenido la oportunidad de llegar a ese lugar, pero para quienes lo han vivido en carne propia, saben lo que significa. Gabriela Valverde Tristán, portera de Saprissa, es fiel reflejo de eso.
Gabriela experimentó lo que es ver la luz al final del túnel, pero verla muy de lejos. Su vida cambió hace más de siete años y ahora recoge los frutos. Aunque para muchos pudo haber pasado mucho tiempo de eso, el éxito llega en el momento justo: nunca es demasiado temprano y nunca es demasiado tarde.
Luego de 10 años de adicción a las drogas y al alcohol, convocatorias a la Selección Nacional perdidas, entrenamientos y partidos ausente y un sinnúmero de obstáculos, esta futbolista es otra: este sábado recibió algo más que un galardón. Fue condecorada como la mejor portera del campeonato nacional femenino, torneo en el que campeonizó con Saprissa.
“No ha sido nada fácil”, es la primera frase previo a una extensa charla con La Nación. Repasó su pasado, su presente y habla de su futuro. Un testimonio que tiene como recompensa un nuevo chance de estar en la Selección Nacional y de levantar las manos para ser la mejor arquera del balompié femenino.
La jugadora contó que su amor por el fútbol nunca llegó a extinguirse, ese deseo de convertirse en lo que es hoy. Por eso, luego de un internamiento en una clínica de rehabilitación, se marchó a ver un partido de fútbol. Eso sí, no era cualquier juego.
“Recuerdo que lo primero que hice fue ver una final de Primera División, me acuerdo no haber podido terminar de ver el juego porque el sentimiento era de tristeza e impotencia, porque yo quería estar ahí. Vi que por mi culpa, yo había perdido demasiadas oportunidades, eso me afectó mucho; a partir de ahí empecé a jugar nuevamente y a trabajar fuerte”, rememoró Valverde.
Por esas vueltas de la vida, a la arquera le tocó estar siete años más tarde en la misma cancha en la que asistió a ver esa final, pero en esta oportunidad el desenlace fue distinto: no se marchó por la puerta de atrás antes de que finalizara el juego, todo lo contrario. Se fue luego de haber actuado los 90 minutos y con la medalla de campeona. “Fue algo muy bonito saber que a pesar de todo seguí y me llevo grandes cosas”.
Gabriela quiere que su vida sea un libro abierto, como ella misma dice. Desea que su experiencia cale hondo en otras personas que, sin saber, pueden estar afrontando lo mismo. Su intención es demostrar que se puede salir adelante.
“Esto es algo con lo que voy a tener que vivir el resto de mi vida, fue muy difícil llegar y finalmente tomar una decisión de hacer un cambio, no era solo dejar de consumir drogas, era cambiar toda mi forma de pensar, todo estaba corrompido por las sustancias, ahorita no me arrepiento de haber pasado ese proceso de cambio, todo lo que he recibido y trabajado vale la pena. Yo me prometí, cuando empecé con el proceso de recuperación, no callar y ser abierta con este tema”, citó.
Y agregó: “Yo quise hacerlo público porque tal vez a una persona esto le funcione y que sepa que eso valió la pena, solo por una persona, de que salir adelante es posible, cuesta, se sufre y demás. Lo más difícil es mantenerse, pero una vez que pasan los días y se superan problemas, se vuelve un poquito más llevadero”.
Además de su fiebre por el fútbol, Valverde encontró en sus padres, José y Ana, dos personas que nunca dejaron de creer que ella podía salir adelante.
La jugadora relata que en ocasiones conversa con sus papás sobre alguna acción que ella no recuerda que hizo o qué dijo en algún momento determinado.
“Ellos vivieron más de cerca el proceso de mi adicción sin quitarle mérito a toda la familia que estuvo para apoyarlos a ellos. Yo me pongo a hablar con mi mamá o papá de cosas que yo ni me enteraba, para ellos fue más duro que para mí, yo estaba en mi mundo y a ellos les tocaba verme muy mal. Ellos nunca se rindieron”, añadió.
Para la próxima temporada espera que continúen los logros, añora un bicampeonato nacional y una buena participación en el torneo internacional en que participará el club por haberse consagrado campeón. Aspira a estar en la Sele Mayor y, a sus 31 años, quiere seguir demostrando que aunque empezó tarde para ser portera, tiene condiciones.
Al final, con todos estos nuevos retos es como asume el 2019 la campeona morada. Su vida dio un giro que ahora le permite alcanzar esa luz al final del túnel, esa que al inicio de este texto les dije que se hacía lejos.
“Yo no olvido de donde vengo. Mi pasado no me define”.
Este lunes se cumplen siete años, seis meses y un día desde que Gabriela dejó atrás su adicción.