El mercado de humo del fútbol nacional

Dicen que Paté vende humo, que Matosas vende humo, que Ocampo vende humo, que Jafet vende humo... Aunque no me gusta mucho esa expresión, me voy detener en ella.

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Me hablan de vendedores de humo, por aquí y por allá, como si fuese el oficio de moda. Supongo, existe un gran mercado, con sus pasillos y callejones, comerciantes voceando esto y lo otro: "¡A dos por ¢1000 el frasco!”.

No hay quién se salve de la etiqueta. Dicen que vende humo el Paté, que vende humo Matosas, que vende humo Ocampo, que vende humo Jafet, un juicio que anda en el límite entre la crítica y el irrespeto. Lo evito.

Wálter Centeno, por ejemplo, de quien expreso amenudo críticas y reconocimientos, vende su idea. Si me gusta o no, es otra cosa. Si la compro completa o solo parcialmente, también. Vende un estilo en el que cree.

El vendedor de humo, en cambio, truhan, labioso, sabe que el frasco está vacío. Centeno, no. No hay humo en defender lo propio, más allá de aquella vez en que intentó empaquetarnos un video del City y uno del Saprissa (él sabe la diferencia).

Si él cree que vale la pena perder la bola en salida y concederle al rival un par de opciones ¡cortesía de la casa!, por defender un estilo, será su mérito o su error, según los resultados. A Herediano le regaló tres opciones y aún así se llevó el partido. No hablemos del arbitraje.

En contraparte, Saprissa está mostrando algunas asociaciones interesantes en el último cuarto de cancha, donde más cuesta, con el arribo al área de volantes y rápidas combinaciones (revise los últimos dos goles, ante Herediano y Pérez, con asistencia de Leal en uno y gol de Angulo en el otro).

Sigamos por otros pasillos: ¿Vendió humo Fernando Ocampo cuando pretendía ganar hasta la Copa Chinamo? ¿O vende humo Jafet Soto al advertir que ‘el tigre anda suelto’? ¿No son simples deseos con un poco de sazón?

No me siento cómodo —insisto— con eso de “fulano vende humo", pese a no identificar en la Sele las virtudes que vio Gustavo Matosas. Quiero interpretar que el seleccionador es demasiado fiel al camerino, al libreto del buen jefe que no critica a su equipo en público. Después del juego ante Guatemala, sin embargo, pocos se atreven a decir, como él, “vi cosas buenas en el medio campo, la delantera, la defensa”.

Vi, en cambio, un medio campo al que le cuestan las sociedades. Elías Aguilar se esfuerza, corre, se muestra, no se esconde, pero no lo logra convertirse en el armador. Menos puede decirse de Jimmy Marín y Randall Leal, jugadores de habilidad comprobada, esta vez ocultos, encerrados por la férrea defensa guatemalteca o por la propia atadura a un libreto (demos tiempo). Bryan Ruiz pareció evidenciar su temporada sin partidos en esa jugada ante el arquero rival. Solo ofrecieron esperanzas Allan Cruz, con su ida y vuelta (que haya fallado dos oportunidades de gol es lo de menos), y por momentos Joel Campbell, atento a combinaciones, sin llegar a la versión que ofrece en México.

Individualemente, faltaron desequilibrantes; colectivamente, sociedades.

De acuerdo: la etapa de transición de la Sele no es fácil, el tiempo de trabajo no abunda, los legionarios y las promesas no se habían juntado antes. Eso no es humo, aunque un poco de autocrítica a lo externo a nadie le cae mal.

Hoy me conformaría con que los aspectos a corregir detectados por el timonel sean más de los que reconoce.