Puntarenas. Era imposible evitar verlo, grande y sudoroso, con la cabeza entre las piernas y las lágrimas cayendo sin césar, sin hacer ruido, pero quebrando el corazón de su hijo, quien le abrazaba.
Era Marco Espinach, encargada de prensa y voz oficial, además de potente, del Puntarenas Fútbol Club, equipo que acababa de caer a la Segunda División.
Él, quien optimista había preparado un mensaje de ocho minutos que se escuchó antes del juego ante Limón, representó el dolor incontenible de una provincia que durante 10 años tuvo equipo en Primera, pero no más.
Esta versión de un equipo porteño, que quedó a solo dos puntos de Limón, es la tercera del Pacífico en la máxima categoría.
Las anteriores fueron Municipal Osa y Municipal Puntarenas.
Este último descendió en el 2001, mas ese fue el único que consiguió una corona nacional.
El logro se dio en 1986, con gente como Jorge Arturo Hidalgo, Kleber Ponce, Leoni Flores, Alfredo el Diablo Contreras, Carlos Pistón Velásquez, Ricardo Sardina García, Carlos Morales, Gilberto Rohden y Luis Galagarza.
Aquel legendario equipo venció a la Liga en la final, y, por ende, dejó muy alta la estafeta del éxito.
Puntarenas FC llegó a Primera en 2004 tras la compra de la franquicia a Santa Bárbara por parte de Eduardo Li (jerarca de la Fedefútbol) y Adrián Castro (q.d.D.g.).
Su debut fue el domingo 22 de agosto del 2004 contra Belén, en el Lito Pérez, histórica casa naranja conocida como la Olla Mágica. Ese día ganaron 2-1 con tantos de Allan Oviedo y Alejandro Alfaro.
Un dato curioso es que el argentino Carlos de Toro, técnico que el miércoles dirigió a Limón, es uno de los técnicos que tuvo aquel año.
Los picos máximos de Puntarenas FC fueron en el 2006, con el título de la Copa Interclubes de Uncaf, en el 2005-2006 e Invierno 2007, al quedar subcampeones nacionales, y en el mismo 2007, al ser cuarto de final de Concacaf luego de perder con el Dynamo de Houston (MLS).
En su último juego, con Alejandra Ordoñez, viuda de Castro, como jerarca, el club cerró 10 años de altibajos, década que al final acabó con las lágrimas de aquel hombre grande imposible de no mirar.