En un país centroamericano, al menos cinco equipos de primera división no pudieron jugar de noche sus partidos de locales entre semana, porque sus iluminaciones son comparables a tintineantes fulgores de candelas.
Se le caen las hojas al calendario y no hay manera que les pongan unos cuantos bombillos más a las torres de sus estadios. Simplemente, no tienen plata. Sin embargo, ¡oh, contradicción!, a altos funcionarios de la FIFA se les abre un proceso en Estados Unidos por supuesto enriquecimiento ilícito, con muchos, muchos millones de dólares en juego. Al parecer, según la fiscalía, para eso sí hubo plata. Mucha plata.
"Las investigaciones revelaron que lo que debería ser una expresión del deporte, fue usado como un vehículo para una red mayor de llenar los bolsillos de ejecutivos con sobornos que totalizan $110 millones (¡unos ₡58.474 millones!)", declaró la secretaria estadounidense de Justicia, Loretta Lynch.
Acá, y seguramente en muchos países del tercer mundo, chicos y chicas de liga menor se entrenan en potreros irregulares, exponiéndose, en el mejor de los casos, a embarrarse de boñiga, pero también a romperse los tobillos en huecos tapados por mala hierba.
Arriba, en el Olimpo dirigencial, las cosas parecen ser muy distintas, pero no necesariamente limpias, sino todo lo contrario. Los 14 funcionarios embarrados fueron acusados de crimen organizado, fraude electrónico y conspiración de lavado de dinero, entre otros delitos, en relación con su presunta participación en un plan de 24 años para enriquecerse a través de la corrupción del fútbol internacional, según dio a conocer el Departamento de Justicia estadounidense.
Allí se habrían distribuido los más de ₡58.000 millones de marras. Entretanto, jugadoras de una selección femenina, flamante clasificada al Mundial Canadá 2015, abrieron una página web para recaudar donativos con el fin de facilitar "la apropiada alimentación que necesita una deportista de élite", transcribió el portal as.com.
De seguro, no son las únicas atletas del mundo que pasan apuros económicos y hambre, ¡deben ser millones!, mientras otros, unos pocos, han comido durante años caviar en palanganas de plata, enriqueciéndose sin haber tocado una bola, sin haberse ensuciado sus mocasines resplandecientes con un poco de zacate, pero, aparentemente, según investigaciones, con sus cuentas bancarias inundadas de estiércol.