Si a las 9:32 de la noche pagaron por la cena, al menos uno hora después habrían terminado el convivio. De tal manera que Esteban Alvarado y sus compañeros no salieron antes de las 10:30 del apartamento de Celso Gamboa. ¡No hay nada más que decir!
Allí había un “burbujón”. Y no me refiero al que produce el “champagne”. El comunicado del club limonense le ha agregado otra figura a los `términos salidos de la pandemia. Desde la noche del viernes hay “una burbuja laboral”. Su característica principal es que el jefe debe estar presente e invitar.
Luis Fernando Fallas, quien se enteró de todo, por vivir abajo del apartamento del presidente Gamboa, fue quien sufrió de cruda por aquella “reunión laboral de viernes por la noche”. Atragantado, vio pasar junto a su ventana a los tres futbolistas, bajo la luz de la luna, directo a la camita para el juego del día siguiente.
Solo que Alvarado, que nadie sabe cómo y por qué cambió a Herediano por Limonense, después de otra historia fantástica de un contrato europeo que nunca se dio, empezaría su cita con la almohada un poquitín más tarde que sus compañeros, pues el viaje a Siquirres tarda al menos una hora.
Según las cuentas de Fallas, el portero habría llegado a casa a eso de la una de la mañana. Si iba en su carro violó la restricción. Tres potenciales faltas en una: trasnochó el día previo al juego, rompió la burbuja social y condujo a hora prohibida. Podríamos apuntarle una cuarta. Dejémoslo allí.
¡Pero por eso hay que ser amigo del jefe! Y éste, acostumbrado a dar órdenes en su vida, pidió a Fallas la convocatoria de los tres jugadores noctámbulos. ¡Qué pidió… Exigió! Por dicha todavía quedan personas que se juegan el trabajo para defender su integridad y no renunciar a su don de mando frente a un grupo.
De las dos versiones, yo me quedo con la de Fallas. A ojos cerrados. ¿O habiendo renovado días atrás, se habría amarrado la piedra al cuello para lanzarse a ese mar narrativo de una historia que lo dejó sin trabajo?
Para historias fantásticas basta con repasar las noticias de los últimos años. El famoso viaje a Panamá de don Celso, cuyas razones y sinrazones están a la altura imaginativa de lo que cuentan sus allegados para justificar la cena de viernes por la noche.