Ninguna fiesta es gratis. La de Alajuelense ante Saprissa en el último clásico, tampoco.
Aunque el 5 a 2 solo podía provocar algarabía y confianza en los rojinegros, además de un sólido liderato, existen razones para hablar de la factura que le pasaron los demás rivales a partir de entonces, algo así como la cuenta por el queque, la música y la decoración después del festejo.
Fue tan letal, tan veloz, tan penetrante, tan escandaloso el marcador y tan clara la fórmula utilizada en Tibás, que nadie en el campeonato nacional podía quedarse indiferente.
Ganar así a veces tiene un precio.
Ningún rival, por tonto que fuera, estaría dispuesto a exponerse sin necesidad ante los expertos del contraataque. El clásico asustó a unos y previno a otros. Algunos plantaron cinco defensas. Otros limitaron sus excursiones a campo rival. Todos pensaron en voz alta sobre las virtudes liguistas en espacio abierto y sus dificultades cuando lo esperan atrás.
A partir de entonces —lo confirmé fecha a fecha— Alajuelense tardó más en abrir el marcador. Ariel Lassiter, siempre con el pie en el acelerador, se topó con presas en su autopista, y en cada semáforo de la cancha el rival intentó eternizar la luz roja para la Liga de Allen Guevara, Marco Ureña, Jonathan McDonald...
Detrás de los triunfos rojinegros y del único equipo con gol en todos los partidos de la primera fase —una estadística que no permite muchas críticas—, se escondía un dato revelador: antes del clásico, la Liga solía festejar al menos un gol en los primeros 30 minutos de cada partido (lo consiguió en el 66% de los partidos). Después del clásico, el gol empezó a retar la paciencia del equipo y la ansiedad del aficionado: en sus siguientes siete juegos, solo anotó una vez antes del 45′. Abrió el marcador en los minutos 62, 63, 71, 46, 81 y 6, hasta que finalmente salió del terreno sin festejo en San Carlos.
Hubo quienes corrieron la voz: “la Liga solo tiene una forma de ganar”.
Era cierto a medias. Andrés Carevic y sus muchachos buscaban, en tanto, caminos alternativos al gol: combinaciones, pases y diagonales. Incluso estrenaron dupla atacante, la Ureña-McDonald tan poco utilizada en el resto de la temporada, recurrente en este cierre de campaña.
Los resultados —velados fechas atrás por mala definición— comienzan a verse, con el segundo triunfo contundente en el Morera Soto, sin depender exclusivamente de su letal contraataque. Si el 3 a 1 sobre Jicaral podía catalogarse de trámite, en el cierre de la primera fase, el 3 a 0 en la semifinal contra San Carlos despeja cuestionamientos.
Si la fiesta en el clásico tuvo un precio —estoy comvencido— Alajuelense parece haber encontrado la forma de pagarlo.