La presión de 20 años sin un título ya no se siente en Heredia. La cautela que existía en la final anterior desapareció y ahora los aficionados florenses reciben esta final más relajados.
Sentados en el parque, de compras en el mercado o caminando por media calle, el ambiente en la ciudad de las flores es festivo. Pocos esperaban que tras los problemas económicos, los muchachos de su club llegaran a la final.
“Yo siento que le han puesto mucho, más con todo lo que les ha pasado, y sé que son buenos en finales”, relató Mónica Castillo, quien paseaba en las afueras del estadio con su camiseta del club.
La presión del título 23 es incomparable con la del anterior, que tardó dos décadas en llegar, y los rojiamarillos hasta bromean con esa situación.
“Ya el fantasma del 22 no vive aquí. Yo creo que se pasó a vivir al Saprissa”, declaró el aficionado Leonel Fernández, quién ya tiene su entrada para la final.
Además de la alegría, hay otras dos constantes: la afirmación de que será un duelo muy cerrado y las quejas por el precio de las entradas, que cuestan ¢20.000 como mínimo.
Todos los aficionados consultados no dieron una ventaja de más de un gol para los florenses.
“Va a ser cerrado porque los dos equipos llegan bien”, afirmó José Francisco Bogantes.
Los seguidores se manifestaron consternados con el precio de las entradas, a pesar de que el dinero vaya para los jugadores.
“Los heredianos están como resentidos por el precio y por eso cuesta que compren”, criticó Johanna Ibarra, vendedora de banderas y pitos.