Buenos Aires
¿Quién tiene toda la verdad acerca de la moral...? ¿Quién es el dueño de la balanza que pesa con exactitud lo que está bien y lo que está mal...? Seguramente no este cronista. Pero, qué feo fue...
Valía la pena levantarse temprano el sábado: la TV ofrecía un plato suculento: Manchester United-Liverpool, el Boca-River inglés. El Barsa -Madrid pero con flema. A dos semanas del triunfo liverpooliano por 2-1 en la Copa Inglesa, el equipo de Ferguson tenía la chance del desquite en casa por la Liga. Y hubo revancha, nomás. Otro 2-1 con dos goles de Rooney, una brillante actuación de Antonio Valencia y Paul Scholes (fabuloso: se retiró del futbol, volvió siete meses después y ayer dio una clase magistral de distribución de juego, de ubicación, de temple, como siempre).
Pero el triunfo local y el espectáculo todo fueron devorados por una serie de actitudes que lesionaron el futbol con una violenta zancadilla. Era el partido del retorno de Suárez como titular (ya había jugado unos minutos antes) tras la suspensión de 8 partidos por insultos racistas a Patrice Evra. Justo se daba en el clásico y con el francés marcando al uruguayo.
Se esperaba que el reencuentro de ambos signara el partido. Y lo signó, para mal. Old Trafford abucheó antes, durante y después a Suárez, aunque este no solo no se amilanó, sino que jugó con naturalidad y bravura. Incluso marcó el gol que ilusionó a su equipo con un hipotético empate.
En el saludo de los 22 protagonistas previo al comienzo, los jugadores del Liverpool pasaban y estrechaban la mano de sus rivales, que estaban en fila. Al llegar Suárez a Evra, este alargó su diestra, pero Suárez tiró su mano hacia atrás y lo salteó. Evra, indignado, le tomó el brazo para hacerlo recapacitar; Suárez lo obvió, le dio un apretón al arquero español De Gea y siguió con Ferdinand, aunque este, rápido de reflejos, optó por no saludarlo y lo esquivó.
Fue muy desagradable. La prensa mundial deploró el suceso. El deporte está construido de valores. Muchos, tal vez cándidos, esperábamos un apretón de manos sincero, acaso un abrazo, que pusiera fin a esta novela negra. El público hubiese ovacionado el gesto. Suárez tuvo la ocasión de dar vuelta la página, enterrar el episodio y limpiar su currículum. Hasta los hinchas del United lo hubiesen aplaudido de pie. No lo vio así. Su negativa a saludar fue una forma de decir que Evra mintió cuando lo acusó. O rencor.
Luego, Evra lo fue a buscar en la boca del túnel al término del primer tiempo para recriminarle y hubo una revuelta general. Y al final, cuando los equipos se retiraban, el que falló fue el moreno: festejó de manera desmedida el triunfo y, delante de Suárez, a centímetros de él, arengaba a las tribunas levantando las manos, refregándole la victoria, a lo que Suárez permaneció impasible y en silencio. El arquero Reina se le fue encima a Evra y un juez de línea y otras personas fueron a frenar al francés. Una provocación innecesaria.
La pena es porque se trata de dos futbolistas excepcionales. Evra es el mejor marcador de punta izquierdo del mundo; Suárez está entre los tres o cinco mejores delanteros. Los dos han quedado manchados. Acaso más Suárez. Por eso rogábamos que Messi le diera la mano a Pepe después de todas las agresiones del zaguero.
Las denuncias por epítetos racistas son muy difíciles de probar, es la palabra de uno frente a la del otro. Pese a ello, la Liga Inglesa dio valor a la acusación y sancionó con inusual severidad a Suárez. Tendría fuertes certezas. Se basó en la credibilidad que tiene el defensa, en su conducta irreprochable y que antes no había denunciado a nadie. El mismo Liverpool, que primero preparaba un encendido alegato en favor de su jugador, no dio curso a la apelación. Dejó que corriera la suspensión, dando más fuerza a los dichos de Evra. Y Suárez nunca pidió disculpas, siempre negó el hecho sin demasiado sustento.
“Él es una verguenza para el Liverpool, disparó Alex Ferguson con increíble dureza. ”A ese jugador no le deberían permitir volver a jugar con ellos”, agregó. Demasiado. El uruguayo tiene la piel dura, no se va achicar por esto. Pero algo es seguro: su carrera no será igual después de este episodio. Su imagen queda deteriorada. Y en alguna medida lo va a afectar. No se puede vivir con el mundo en contra. En Suramérica estos episodios forman parte del folklore cotidiano de nuestro futbol, quedan en la nada. En Europa son un pelotazo en contra. Ni hablar de Inglaterra.
Debía ser un festival de futbol, fue un capítulo oscuro.