Lo dijo el exguardameta español, Francisco Buyo Sánchez, hace exactamente 17 años, tres meses y tres días: “Me gustaría que alguien metiera una cámara en el cerebro del portero, para que los espectadores se empapen de la soledad que se siente ahí metido”.
Me reencontré con esa declaración de quien era conocido como Paco y El gato de Betanzos (ciudad del municipio de La Coruña, Galicia) en la edición No. 1.236 de la revista El País Semanal , publicada el domingo 4 de junio del 2000 por el periódico El País de España.
Luego de leer esas palabras pensé en que quizá algún día no muy lejano se haga realidad el deseo de Buyo, quien se retiró de las canchas en 1997, jugando con el Real Madrid; previamente, fue el cancerbero del Sevilla Fútbol Club.
A mí también me gustaría que eso sucediera, no solo para que los aficionados tengamos una idea clara acerca de la soledad de los arqueros sino también para que comprendamos mejor lo que esos futbolistas experimentan cuando pasan de héroes a villanos en cuestión de pocos minutos, la defensa no los asiste oportunamente y la delantera contraria los fusila, cometen “bomberazos” (salidas en falso) o les anotan un gol malo, sin gracia, de esos que dan pena.
Sería interesante, además, saber qué piensan realmente (no lo que declaran ante cámaras y micrófonos) cuando un árbitro da por válido un gol que debió ser anulado, se miran cara a cara con el rival que va a cobrar un penal, los condenan al ostracismo de la banca por un error garrafal o alguno de sus compañeros incurre en un autogol.
No solo eso. Quedaría en evidencia lo que pasa por sus mentes cuando deciden perder tiempo en los saques de puerta, fingir faltas y lucirse haciendo teatro, engañan a árbitros y guardalíneas sacando del marco una bola que sí ingresó, se ganan una tarjeta amarilla o, peor aún, una cartulina roja.
Sabríamos en cuáles defensas confían y de cuáles desconfían, a cuáles delanteros consideran peligrosos y a cuáles inofensivos, a cuáles directores técnicos respetan y a cuáles no, y qué opinan verdaderamente sobre los llamados entrenadores de porteros, si creen que estos contribuyen con su desarrollo o si se limitan a hacerles remates.
Finalmente, si son porteros valientes o temerosos, porque como también dijo Paco Buyo: “El portero que no disfrute con el riesgo es un cobarde”.