Opinión: Me declaro aficionado transferible

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Si Cristiano Ronaldo cambia de camiseta, por qué no puede uno hacerlo en su faceta de simple y mortal aficionado.

De todas formas, el Real Madrid cada vez da más visos de ser el Florentino Pérez F. C., un equipo sin muchos titubeos para privilegiar el glamour sobre las necesidades deportivas.

La salida de Cristiano debía permitirle contratar uno o dos buenos refuerzos en ataque, pero en su lugar prefirió satisfacer el antojo de llevar al declarado mejor arquero del recién finalizado mundial.

Efectivamente, Thibaut Courtois tiene más “tupé” que Keylor Navas (del francés toupet, término utilizado para definir un estilo de peinado en los años 50, adaptado luego por Elvis Presley, expresión muchas veces emparentada con el glamour). Courtois es europeo, alto y defiende el arco de Bélgica, una de las selecciones de moda. ¡Ah! Y ataja bien.

Su llegada se la debe al creador de Los Galácticos, un equipo que ganó más con la venta de camisetas que en la cancha, por una muy sencilla razón: a Florentino le resultaba más fácil contratar figurones que al técnico de turno alinearlos a todos juntos, tratándose de cinco jugadores ofensivos con poca vocación para la marca.

A mí me sedujo el Real Madrid de Hugo Sánchez, el de Iker Casillas, el de Roberto Carlos, el de Raúl González, y, por qué no, el de Cristiano Ronaldo y Keylor Navas, más que el de Florentino Pérez.

No me extrañaría si un día el aficionado que uno lleva adentro amanece con ganas de ver a otro equipo. De todas formas he descubierto una involuntaria facilidad para afiliarme a diferentes equipos por épocas. Llámeme acomodado, si quiere. La vida es muy corta como para estar destinado a disfrutar de un solo equipo.

No me perdía a los Bulls de Jordan en la NBA, pero hoy no sé decir el nombre de uno solo de sus jugadores. Me gustó el Milan de Maldini, el de Genaro Gattuso, el de Shevchenko, pero hoy ni me va ni me viene. Me gustó el Liverpool de Steven Gerrard, Riise y Milan Baros, pero no volví a ponerle atención hasta la recién pasada final de la Liga de Campeones.

Con el Real Madrid la simpatía ha permanecido por años, pero Florentino Pérez parece hacer todo lo posible para lograr el desencanto de buena parte de la afición, quizás con esa prepotente seguridad de no perder el sueño por un aficionado más o uno menos, seguro de poder reconquistar seguidores con otro golpe de chequera.

Más que un berrinche nacionalista en defensa de un Keylor Navas que tarde o temprano perderá el puesto, incomoda que lo deportivo se quede en segundo plano. Uno de estos días me levantaré diciendo que voy con el Frosinone.