Francia ganó el mundial caminando y sin despeinarse. Comenzó discretamente (triunfo 2-1 sobre Australia), y de ahí en adelante no cesó de crecer y consolidarse tácticamente. Fútbol pragmático, minimalista, cerebral. Todo se redujo a una muralla granítica en la defensa (Varane y Umtiti), laterales muy jóvenes y potentes que efectuaban la transición defensa-ataque a velocidad vertiginosa, Griezmann y Kanté en el mediocampo distribuyendo balones, y Pogba y Mbappé, dos guepardos de la sabana, esperando pelotas en profundidad para imponer su superioridad atlética sobre los rivales. El mediocampo se vio reducido al mínimo, los pases limitados a lo estrictamente necesario: caducó el tiqui-taca que reinara con España y Alemania en 2010 y 2014 respectivamente. Un estilo más afín al de Italia campeona en 2006: hacían elisión del mediocampo, y pasaban de defensa a ataque directamente. No digo que debamos entonar solemnemente el réquiem del tiqui-taca: digo que por lo pronto y por los años venideros el péndulo se inclinará del otro lado: no se hará un gol en tres pases si se puede hacer en dos.
Prevalencia de la condición física, del fútbol muscular, frío, calculado, de las jugadas a balón parado: el pizarrín venció a la improvisación. Deschamps retrotrajo el fútbol a sus elementos irreductibles, primitivos: defensa infranqueable, y balones proyectados para hombres superdotados en la delantera. Nada que no hayamos visto antes, ninguna innovación, pero eficacia devastadora. Croacia jamás tuvo chance real de doblegar a Francia. Pasó a integrar, empero, la lista de equipos que, sin ser campeones, se robaron el corazón del mundo: Brasil en 1982, Holanda y Polonia en 1974, Hungría en 1954. Francia es un equipo esculpido en diamante. No fue dibujado o bordado: fue cincelado en la más dura de las piedras.
¿Que si me gustó su estilo? En modo alguno. Pero fueron los mejores por millas luz de distancia, y eso hay que reconocerlo. Algo más: con un cuadro tan joven (promedio de 24 años), habrá Francia para rato. Yo los saludo, los aplaudo, y me quito el sombrero ante su meteórica trayectoria mundialista. No me sedujeron, no me enamoraron, pero consiguieron convencerme e inspirarme el más profundo de los respetos. Vive la France!
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