Luka Modric jugaba con la pelota en el estacionamiento de un hotel para refugiados en Zadar, una ciudad de mar cristalino en la Costa Dálmata de Croacia. El balón rodaba por el parqueo hasta horas de la tarde, cuando los niños escuchaban las sirenas, señal de que estaban por iniciar los bombardeos. “Apostaban a quien llegaba primero al hotel", se describe en su libro Hijo de la Guerra.
Vicente Azpigarte escribió la biografía que relata la andadura de Modric, un camino de turbulencias continúas desde que era un niño, cuando a consecuencia de la Guerra de los Balcanes su abuelo fue asesinado, lo que obligó a sus padres a abandonar su hogar para refugiarse en Zadar, en una guerra que acabó con 20.000 croatas muertos.
“Una milicia serbia acribilló en mitad de la noche a balazos al abuelo Luka, guarda de caminos y bosques, a unos pocos cientos de metros de su casa. El ruido de la ametralladora llegó al hogar familiar. Cuando Stipe (padre de Modric) encontró a su padre yaciendo inerte y ensangrentado en el suelo, tuvo claro que era el momento de huir", relata el escrito.
El hoy Balón de Oro era visto como un niño rápido y demasiado delgado, a quien le costó un mundo que los visores se fijaran en él, a razón de su físico menudo. Modric nació en una pequeña aldea en Zadar (antigua Yugoslavia), hoy llamada Modrici en honor a su apellido.
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Solía correr hasta 10 kilómetros desde la casa de su abuelo hasta la plaza del pueblo para encontrarse con sus amigos y jugar al fútbol. Cuando asesinaron a su abuelo, a los padres no les quedó de otra que llevárselo y huir al hotel de refugiados en el centro de Zadar, en donde su madre trabajó como costurera y su padre, un exfutbolista de bajo perfil, se unió al servicio militar para pelear por su país.
Cuando finalizó la guerra, la familia de Modric decidió quedarse en Zadar e instalarse en un apartamento sencillo con una cualidad especial: quedaba cerca del estadio.
Condicionado por su físico, Modric fue rechazado a muy corta edad por el Hajduk Split, pero posteriormente recibió su gran oportunidad en el Dynamo Zagreb. Aquí se formó como jugador hasta llegar a la edad suficiente para saltar al primer equipo del club capitalino.
En el Dynamo era visto como un talento que todavía no desarrollaba todo su potencial, por lo que fue enviado a la liga de Bosnia, en donde terminó como mejor jugador en su primer año en el equipo.
De nuevo regresó al Dynamo para consolidarse y luego convertirse en el fichaje más caro de la historia. El Tottenham inglés compró su ficha a cambio de 25 millones de euros.
Hoy brilla Modric. O podría decirse que brilla desde hace rato, pero entre tantas luminarias con las que comparte en el Real Madrid, guiar a Croacia a la final de un mundial le agrega un valor especial. Perdió la final, sí, pero fue tan destacado su desempeño que ganó el Balón de Oro.
Jugó siete partidos, anotó dos goles, dio asistencia, hizo 523 pases, recorrió 72,3 kilómetros, 29 de ellos con el balón en los pies, y catapultó a su país en la final de la gran cita, superando así la gesta de su selección en Francia 1998, cuando acabó de tercer lugar.
El volante porta el gafete de capitán, pero además es la figura emblema de su país. Explica el libro que el cariño hacia Modric supera al que tiene el pueblo hacia Rakitic por una razón: Cuando acabó la guerra se quedó en Croacia, mientras que Rakitic se refugió en Suiza.
Descrito como un tipo muy callado, el volante está casado con la economista Vanja Bosnic, con quien tiene dos hijos, uno de ellos llamado Iván, en honor a su abuelo asesinado.
Con 32 años, el futbolista recibió el Balón de Oro con un gesto triste, después de perder la final. No sonrió, solo posó al lado de Kylian Mbappé, el mejor jugador joven de Rusia 2018.
Al final pidió los aplausos. Todo el estadio lo ovacionó.