Pep Guardiola A giant picture of FC Barcelon's coach Pep Guardiola is seen prior to the match between FC Barcelona and Espanyol during a Spanish La Liga soccer match at the Camp Nou stadium in Barcelona, Spain, Saturday, May 5, 2012. FC Barcelona's coach Pep Guardiola will not continue as coach of the Spanish club after this season and assistant Tito Vilanova will take over. The picture reads in catalan "We love you Pep". (AP Photo/Manu Fernandez) (MANU FERNANDEZ)
Barcelona. El estadio más grande de Europa estaba ayer repleto para besar desde las gradas al técnico consentido en su adiós a la casa. Cientos de pancartas decían “Gracias Pep” durante un partido que ya de nada valía porque el trofeo se encaminó a las vitrinas del archirrival desde hace dos semanas con el triunfo del Real Madrid en esta misma cancha.
Todos los culés estaban ahí por Guardiola, que tocaba por última vez el césped del Camp Nou después de anunciar su partida por cansancio. El rival era el Espanyol, pero podía haber sido cualquiera que permitiera el homenaje.
La celebración trajo llantos, caras pintadas y miles de banderitas con el “Gracias, Pep”, pero el Barça quiso despedirlo como si fuera cualquiera de tantos partidos felices en estos cuatro años triunfantes: con una goleada.
Quizá sea más correcto decir que fue Messi, el mimado de Guardiola, quien lo agasajó: el marcador de 4-0 es todo suyo. Una joya de tiro libre, dos ejecuciones de penales discutibles y un típico acelerón inalcanzable de esos que lo caracterizan. Con el cuarto gol se fue trotando hasta donde su maestro. Todos lo siguieron en orden para abrazar a Guardiola. Parecían colegiales en el último día de clases con su profesor favorito.
En las gradas no sabían si ovacionar a sus 50 goles o a Pep por el final de cuatro años gloriosos en los que el Barça jugó siguiendo los trazos de su arquitecto, ese futbol de toque que él mismo practicaba cuando era apenas un maestro de obras, lucía el 4 en la espalda y daba pases como obsequios, en los 90.
Así acabó el partido, cuyos detalles importan quizá solo a los estadísticos y a Messi para su duelo de redes contra Cristiano Ronaldo.
Llegó entonces el homenaje programado, en el que el Barça le agradeció tantas alegrías futboleras pero sobre todo el “cómo”. Es decir, la forma, ese juego que convirtió en normales cifras de 70% en posesión de la pelota, esa manera de jugar siempre rozando lo goloso.
Ese “cómo” se refería también a la elegancia que casi siempre mostró también al hablar, como queriendo marcar distancia con el ímpetu de Mourinho. Casi siempre, porque también mordió anzuelos y demostró que es tan bueno como su rival para provocar polémicas en las ruedas de prensa.
Guardiola habló poquito, amenazado por las lágrimas. El capitán Puyol no se aguantó y, como miles de aficionados, dejó que le llanto le mojase la cara.
Ahí al lado estaba Tito Vilanova, el número 2 de Pep y nuevo técnico del Barça . Él es la prueba de que Guardiola no se va del todo.